AMANTE TAN COBARDE.


Los óvulos estaban allí, Ella los había puesto, era tradición del Santo Ogino que los óvulos bajasen hasta allí, unas cosas diminutas, redonditas, como si los hubiese sentido caer hasta allí, tenía aquellas sensaciones cuando le pasaba esto de los óvulos, era un afán increíble de aparearse, de que le metiesen por allí la polla, hasta casi donde estaban los óvulos en su nidito. Fue un día de estos, de ovulación, no sé cuantos óvulos habían bajado en torrente, desde algún lugar bajaban. Habían bajado por la mañana a eso de las nueve en un acto reflejo al darse la vuelta para recogerse el pelo, pudiera ser también que hubiesen acabado de llegar a eso de las diez y media mientras hacía la cama exmatrimonial y alisaba con las manos unos pliegues de una colcha de color azul oscuro. El caso es que se asomó a la ventana y vio la tristeza intranscendente de la calle, las dos aceras, los coches en orden pulcro alineados en dos hileras, los ventanales de ambos lados, un reparador del gas de los falsos, un camión de reparto bajando palets repletos, un hombre como pajeando a los palets con una elevadora de cuatro ruedas, los tendales como banderolas agitándose, y a su hombre que llegaba desde algún lugar de la ciudad, sigiloso, su hombre acicalado, su hombre presuroso.

Su hombre tardó como unos cuatro minutos antes de entrar girando la llave, antes de entrar había sentido el ascensor con aquel ruido chirriado de puertas de corredera, las llaves giraron, la puerta de entrada giró también, y hubo brisa desde la ventana pasando por toda la casa hasta la cara de su hombre, desde su pelo suelto su cuerpo desnudo, dentro de una bata transparente, hasta la cara de su hombre que olía todos aquellos aires que habían subido también en desorden desde su coño. Y como una premonición casi a eso de las once de la mañana sintió la parte de Él arrimarse a su culo, y Él sintió sus formas abundantes blandas como un globo repleto de aire, como un flotador de bebecito dentro del mar. Ella seguía viendo lo que veía hacía unos momentos, tanta tristeza, lo de hacía unos momentos con algún trasiego más, irrelevantes trasiegos. Ahora sus tetas manoseadas, un movimiento instintivo escurriéndose hacia atrás, notándolo tan excitado, su vergazo, su verga como un palo recto y vertical. Los óvulos estaban allí a la buena, habían bajado a primeras horas de la mañana porque era su costumbre ver cierto tipo de lunas imaginadas, festejadas, y desatar aquellas ansias y fulgores como llamando a la vida. Ella se había dado la vuelta, y el ya estaba de frente mucho antes, de frente a su nuca mucho antes, ahora de frente a su hermosa cara, se reconocían con la boca abierta, las lenguas hasta donde buenamente podían llegar, anudadas, y fue aquello inconsciente de ir caminando a pasitos de baile cortos, cogido, inseparables, abrazados hasta el borde de la cama, si, y por una casualidad no premeditada, o quizás premeditada, ella cayó debajo y el encima, y el hizo aquello de siempre, intentar hablarle con la boca al coño, le hablaba muchas veces casi sin respirar en los prolegómenos, pero ella necesitaba mucho más, mucho más; de repente, los óvulos se aburrían allí calentitos pero solos, así, fue así, le dijo, mi amor métemela ya de una puta vez, sácamela por el culo, así mismo le dijo, de una puta vez que la atravesase, como acuciando, angustiada; así que su hombre se bajó los pantalones de esa forma, sonó la hebilla del cinturón de esa forma, y así amordazadas las dos piernas entre sus calzoncillos, entre sus perneras, atado, se escurrió hacia adentro a la primera en un acierto pleno, todo el muñón y la bola hasta los huevos, cerquita del mismo culo, todo aquello tan lubricado, tan acariciadoramente suave que vibró en varias acometidas emocionadas, en la ultima acometida después de treinta y ocho vibró diferente al tiempo que las manos de Ella amordazaban las dos partes de su culo que iba a retirarse hacia atrás lleno de cobardía, como otros días en otras mañanas llenas de cobardía, y ella tan harta de ovalarse tantas veces ovalándose para nada, todo un desperdicio sobre los pelos de su coño. Tantas veces esperando en la ventana, tantas secuencias repetidas tantos óvulos ansiosamente solos esperando a un triste amante tan cobarde.

Comentarios

VeroniKa ha dicho que…
lo hueles verdad?

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