NUESTRAS VIDAS.


No sé exactamente cuando empezó aquella rara sensación. Los días fluían sin sobresaltos aparentes, con la rutina habitual, esa rutina habitual que echamos de menos cuando se rompe por un hecho transcendental que cambia de repente nuestras vidas a una nueva fase totalmente desagradable.
Recuerdo un sábado de mayo en que me guarecí sorprendido por la lluvia bajo los soportales de la calle de los Arcos, arrimado mi hombro sobre una columna, mirando con los ojos perdidos como las gotas salpicaban sobre el empedrado de la calle. Estaba pensando y era como si no estuviera sólo, quiero decir que algo dentro de mi también lo hacía, pensaba de la misma forma inconexa e intrascendente; grandes personajes en mi cabeza ,repetidos, yo como protagonista de aquellas ensoñaciones. Sin duda éramos dos pensando. Ese fue el inicio. Cuando cesó la lluvia, crucé la calle con aquel extraño desdoblamiento. No puedo describiros como se suceden los pensamientos dobles. En realidad que parte de mi era la verdadera.
Sucedieron muchos días así. Era dificultoso desenvolverme en el trabajo. Una cadena de montaje que no beneficiaba en nada mi estabilidad emocional. Llevo diez años detrás del panel de un robot de amplios brazos remachando chapas caprichosas en lugares donde a la mano del hombre le sería imposible entrar.
Qué día fue aquel en que noté de una forma totalmente confusa como me desdoblaba de pies y de manos. Creo que fue al levantarme en una cafetería de la calle de la Alhambra. Cómo describir la impresión causada en mi estabilidad, dos piernas más partían de mi, dos brazos más sobre mi hombro, pero cuál eran las reales y cuál las imaginarias. Mi deambular fue torpe, tropecé con alguna silla, y partí avanzando por la acera con la impresión de ser un inestable octúpedo.
Tengo que decir que a continuación fueron otra boca, otros ojos, y así, todo desdoblado en una extraña mitosis acelerada. Sentía dentro de mi respirar dos veces, masticar dos veces, limpiar mis dientes dos veces. Estaba muy confuso. No había explicación en aquel proceso dual, incluso como si durmiera dos veces, esa era mi experiencia al despertarme, me despertaba dos veces.
Fue un Miércoles de ceniza, eso lo puedo confirmar, hace de ahora cuatro meses. Encendí la luz de la mesita con una de mis dos manos y vi sobre mis ojos aquella membrana sanguinolenta llena de venitas, me vi rodeado de un espeso flujo repleto de limos, mis bocas saboreaban aquel líquido dulce, nada desagradable. Percibía dos veces aquel estado, manoseando mis cuatro brazos, mis cuatro piernas en el interior de aquella leve membrana. No sé a qué hora de aquella mañana, en que quizás angustiado percibí que estábamos dos allí, totalmente idénticos, ahora independientes, cada uno en su propio núcleo separado.
Ahora nos vemos dos.
Posiblemente va detrás de mi.
No puedo deciros, en este preciso instante, cómo podremos llevar nuestras vidas.

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