VAGÓN DE TREN.



Habíamos vivido con muchas flores, un ramo aquí, otro allí.
Nos veíamos y había mucha paciencia y mucha pasión, y a veces era como si nos robáramos el uno al otro los pensamientos.
-Ya no te digo. Para bendecirla follamos en todos los sitios de la casa, menos dentro del armario, por lo incómodo. Éramos muy dados al polvo del calefactor, que no lo explico por no alargar este  -digamos-, poemilla.
Algunas veces encontrábamos granos de café en el suelo de la cocina, y pétalos.
Casi no había muebles pero lo teníamos todo guardado.
Teníamos hojitas de laurel resecas para dar gusto a las cosas.
Y hacíamos cuentas de lo que debíamos. Hacíamos cuentas de lo que habíamos pagado.
Hacíamos cuentas de lo que nos quedaba por pagar.
Con algunos papeles arrugados que tirábamos al suelo yo le hacía mariposas del invierno.
Y le decía: ¡ a qué te follo!
Pasó el 2006, el 2007, en el 2010 nos empezó la fiebre. Yo le decía, no te preocupes aún quedo yo, tú me cuidas.
Pero las flores.
Mira que valdría cualquier tipo de flores.
Las flores no hacía falta comprarlas, las hay hasta en las cunetas.
Crecen entre los solares derruidos.
Las flores sólo hace falta tener ganas y subirlas con las manos.
Un día, lo recuerdo bien, apareció un gramo de café en el suelo, y se quedó allí.
Tú no te das ni idea lo significativo que es un gramo, tan sólo, sobre unos azulejos blancos.
Con una casa tan pequeña, y  ya no nos encontrábamos.
Incluso.
Hubo una vez  que nos asomamos a dos ventanas diferentes.
Y era como si fuésemos dos extraños asomados en un viejo vagón de tren.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
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Anónimo ha dicho que…
Quizás sea un poemilla, pero es sencillo, conciso, y real como la vida misma. A veces escribir fácil es lo más dificil.
Un saludo.
Tito, Málaga.

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