INDIFERENTE LA ESPECIE.


Todo lo que me sucede ahora, bajo una luz exigua, es una consecuencia ancestral.
He nacido en posición descubierta de una forma ruin, el hecho de nacer me estorbaba.

Los latidos de mi corazón fueron exactos desde un primer segundo.

Pude detectar como lo dulce originario se hacía sal, a este lado de la vida.

Todo un beso por la suave oquedad hasta salir desde el calor a la dulce penumbra.

Una mañana de septiembre en que empecé a olvidarlo todo en una fuga constante no elegida.

Nadie lamiendo mi placenta, ningún animal, nadie sobre mi boca para decirme de qué especie había nacido.

Me suenan los cacharros de la cocina, me huelen las verduras que sin duda borbotean, presiento que ella está allí de la forma habitual, quiero decir lo normal para un día laborable. Todo esto es una vitalidad de un día laborable, por la mañana, el cielo con una pátina de plomo, con ese color alto, sólo traspasado de vez en cuando por aves, vencejillos que van y vienen en una plena anarquía.

De repente mi cabeza no intuye la causa de la verticalidad.

Los amores de pareja, consagrados, la natura carmesí. Desnuda. Un ligero efluvio de perfume del medio día de ayer. Siempre he entrado a gatas así, con mis dos manos delanteras avanzando como un caimán, dando tumbos a izquierda y a derecha, mis dos piernas de atrás estiradas hacia los lados, también como un caimán las manos de atrás.

Voy hacía el olor, o los sonidos. De vez en cuando me paro, indistintamente es un olor o un sonido.
Un ser humano se ha despertado del sopor de la noche.

Al entrar en la cocina ya camino como un perro. Me arrastré como un reptil por unas escaleras que preceden a un pasillo, y voy como un perro por una moqueta que precede a la cocina. Con mi cabeza empujo una puerta acristalada, y la veo a ella con su bata de terciopelo azul claro, sé que desnuda, sin nada, sin nada más que la piel.

Una radio puesta, y sobre una nevera flores de plástico que imitan a camelias blancas.
Me he acercado tal como iba medio caimán, medio perro. Es superior a mi ese olor a verduras de clases variadas, y los pulgos de zanahoria sobre un mesal de mármol oscuro.
Husmeo sus piernas juntas, con mis narices, es como si tuviera dos narices, llego hasta su culo, y ella abre ligeramente las carnes de sus abundantes muslos, y noto todo el olor, algo de mierda, algo de perfume, y no puedo reprimirme. Su coño reposado toda la noche, y mi lengua de arriba abajo la acaricia, mientras ella trajina con una pota llena de coliflor, berzas, y una morcilla echa con sangre. No sé si de vez en cuando se estremece.
Pude haber nacido en otro lugar, pero he nacido aquí. Me es indiferente la especie.

Comentarios

Anita Noire ha dicho que…
Totalmente indiferente, sí
besos
Nieves Bruxina ha dicho que…
solamente nuestra especie ye capaz de cocinar coliflor, berzas, morcilla, sangre y otros coños... ;)
Anónimo ha dicho que…
Tienes un estilo un tanto particular.
El caso es que atrapas.
Alma.
Anónimo ha dicho que…
Me agrada lo tremendista si está bien escrito, judio.

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