Y A SALTOS VAYA EL CORAZÓN.
Todo se basa en quitarte la sal. Sal de la boca. Sal en el corazón.
De alguna forma la sal que transpiras, dulce la piel
cuando besas.
Sin sal en las manos cuando te toco. El cielo limpio, sin
nubes que lleven sal.
Me da que desde hace horas no huelo a Mar Muerto, sin sal
para las moscas,
insípido para los gusanos, el dulzor de las miasmas que se diluyen en las oquedades.
Me acojo a ti que estás en esa mínima vuelta, al dar la vuelta
tu espalda.
Desnuda, inmaculada, inmensa como el salar de Uyuni.
Mi brazo te amarra y te sujeta casi sin ver el infinito mar
blanco.
Tu cuello en forma de mundo redondo resbalando una gota a mi
boca.
Deseo buscar tu densa piel y flotar sobre el valle de tus vértebras.
Entre tus piernas una salina de sal.
Tres bocanadas de aire, y volver a descansar sobre tu espalda,
apretarte hacía mi.
Para latir más
fuerte.
El pan que me entregues, con dos puñados de sal.
Dame tu sal en mi boca.
Y a saltos que vaya el
corazón.
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