BESOS.

No hubo nada de particular. Lo que llamamos silencio. Caminábamos alejándonos o acercándonos. Creo recordar el instante. Algo impreciso. Incluso, cuando su boca estaba a dos dedos de mi, en todos los sueños de las noches transcurridas, su boca tan cerca de mi de forma misteriosa. Un día, o un lunes. Hubo flores nuevas. Nos cruzamos veinte veces, y una vez coincidimos con los brazos abiertos. Estaba sobre el cielo toda la luz que ven los vivos. Sus bolsillos llenos de papeles rotos. La arrimaba contra mi. Éramos humo. Quiero decir como si no existieramos. En un péndulo de reloj dorado nuestras caras juntas por un instante. Marcando un momento. Como dije, luego fue su boca que había llegado del otro lado del mundo. He perecido, soy lo que no se abarca. Pero vuelvo a la vida los lunes, a este pasillo, sólo por celebrar un beso.