PINGUINO.
A veces, así vestido, podría volar si no fuera tan pesado. Desearía converger hacía algún sitio, ahora que ando sobrado de fuerzas y no me acorralan los misterios, ni la distorsión de pensamientos que a veces me hacen obsesionarme con cierta insistencia compulsiva. Voy por la calle vestido de pingüino, con un chaquet negro que me queda demasiado grande a pesar de las vueltas fruncidas que le dio mi mujer para que no barriera las colillas de las aceras. He aparcado mi seiscientos negro en un vado para minusválidos, porque mi gestión es corta. En el maletín sólo llevo dos papeles escritos, por lo que no pesa mucho. La filosofía de la vida nunca ha sido clara conmigo, las paradojas del destino me han devuelto la jugada, ya que habiendo sido un timador frustrado ahora recaudo las penas de la gente, asusto con mi indumentaria de payaso, doy vueltas como un bailarín para enseñar mis espaldas, entro implacable dando saludos de alerta, y me hago notar al público presente. La técnica ...