COSAS MUCHAS Y CON TANTA PACIENCIA AL ATARDECER.


Cuando era niño leía libros de aventuras. Tuve una infancia relativamente feliz. Aparte de algún penerasta tocándome debajo de la barbilla, y un barbero que me sobaba los genitales dándome caramelos de palo sabor a fresa mientras agitaba con el meñique mi minúsculo pene debajo de los pantalones cortos. No tuve mayores incidencias en mi desarrollo psíquico. Eso sí. Vi innumerables veces a mi madre de rodillas, sumisa, delante de mi padre.
Los recuerdos no me torturaron por esos actos familiares. El daño fue nimio. Estuve varios años pensando que mi madre oraba hablándole a las caderas de mi padre, siempre se santiguaba cuando suavemente empezaba a chupársela.
A veces hacía un calor insoportable, y había unos atardeceres gloriosos. Tanto como el universo podía enseñarme. Tan inmenso todo que daba miedo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CANCIÓN SIN MÚSICA.

TOCAYO.

POR UNOS INSTANTES EN MIS SUEÑOS.