LA SOSPECHA Y LA DULZURA.




Ya pasaron ocho meses desde lo del Tío, y Brígida me llamó ayer otra de tantas veces, y le tuve que colgar, así de lagarta y chula, oyes como no miras los cajones antes de mandar llevar los muebles, que por mucho de cerezo que fueran sólo sacamos doscientos cincuenta putos euros. Me dijo de todo, y yo le dije lo mío, mucho cuento ahora, mucho cuento, y mira que te quería el Tío, y ni una puñetera vez lo fuiste a ver, y le dije más. Ya le había explicado a los tres días del hecho, y loca, loca estaba por venderlo todo, como una cabra salida.
El Tío era de cariños para Brígida, le daba sus secretos, y algo presentía. Si no te vas de repente, la muerte suele dejar sus cosas, no sé cómo decirlo, es un rastro de cosas, de cosas que se piensan en silencio, la muerte no viene así como así cuando te quiere llevar en reposo, deja rastros, deja cosas. El tío se murió al correrse, fijo, y por lo menos disfrutó, tiene que ser la repera irte de boleo (a lo hay hay hay hay, que me voy), y morirte a la vez cuando lo sueltas todo, la soledad incluida sólo lleno de sinaldefido. Morirse así tiene que ser de purgatorio, así debe ser mucho más pecado, sí, mucho más pecado tiene que ser(No te salva ni la caridad, ni aunque digas al Arcángel aquello de que eras un puto viejo y estabas más salido que el pico de una cigüeña, que era de causa mayor, por salud, vamos, los viejos también se salen mucho, o qué te creías, que se la rascan sólo.
Vinieron con una Citroen Jumper, pero no traía rótulos, ni teléfonos ni hostias, era de color blanco. Vinieron dos con el conductor, y uno llamaba la atención de lo gordo que estaba, se le veía el pinganillo del culo cuando bajaban los armarios desarmados. La cómoda, no, ya te dije mil veces que no la desarmaron , la cómoda, menos el espejo, bajó en una pieza como si fuera un ataúd.
Ya te dije, a mi me llama la vecina por teléfono que no sé de dónde lo sacó, oiga, usted es familiar de Don Pablo, el del segundo B, sabe usted si se iba a marchar a algún lado, que yo sepa no, le digo , pues oiga, mire, lleva días que no da señales de vida, y la escalera ya tufa, y mi perrita Laika escarba debajo de su puerta, y ya sabe, los perros huelen cosas, a la perra le tufa y si le tufa, pues mire, y le digo yo, mañana paso, aunque lo mismo se fue sin avisar, pero si tufa, raro es, el tío es muy limpino, ya sabe usted.
Le dije mañana, iré mañana, no en el momento, el tío era tuyo, de ti, ¿me entiendes?, no mío.
Vamos, que al Tío lo mataron trajinando me pongo la mano en el fuego de que es verdad, y bien que lo apretaron al pobrecito, no hace falta ser un Sherlock Holmes para darse cuenta de cómo lo encontré, que sí, que atufaba, calzoncillos bajados, medio tapado, y ni una gota de violencia, solo aquellos ojos abiertos, y aquella mueca que no era de angustia ni de soledad ni de miedo ni de impaciencia, aquella mueca era de dulzor puro después de haberle catado el Puleva, instantes después del hecho, llámalo cómo quieras. Me gustaría ver la cara de la furcia cuando lo descabalgaba con los ojos como se le quedaron de abiertos, parecía un solete. Yo siempre dije que a los putos viejos si logras ponerlos duros hay que montarlos de encima, pa no joderles la cadera.
Dicen que si te mueres jodiendo se te queda dura como un témpano, pero la del tío era una tripa ovejera.
Yo la cómoda como que no me dio por mirar bien, bueno, abrí los armarios, y de la cómoda te juro que también fisgué en los cajones, y te juro, que aparte de unas revistas allí no había nada de nada, así que vía mucha vía que me dais asco, sospechar de mi, os voy a mandar a todos a tomar por el culo, si el Tío le dijo a la Brígida que en un doble fondo del taquillón, en el cajón de abajo, había ochenta mil euros, que hubiese llamado antes, si te digo, no sé ni a quien le vendí los muebles, os giro los doscientos cincuenta euros, y os vais todos a tomar por el culo.

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