LIMBO DE LOS JUSTOS.

 


Esta es una de esas historias que suelen suceder por la mañanas.

-Una historia banal, quizás, de uno de tantos seres insignificantes, que existirán en muy pocos recuerdos hasta difuminarse.

Esta mañana me levanté y todo me daba vueltas.

Mover la cabeza lo más mínimo sobre la almohada era como si todo se me cayese encima. Una sensación de náusea completa, y muchas ganas de vomitar.

En esos instantes no sabía, no podía determinar las causas de aquel repentino ataque unos segundos después de despertarme.

Me imaginé un sin fin de enfermedades, desde las más simples hasta las más complejas e irresolubles.

Creo que estuve en esa postura unas cuatro horas, desde las siete hasta las once, estático, sin moverme lo más mínimo, mirando al techo. Si me movía era todo repetido, parecía que se caía otra vez todo sobre mí, con aquellas vueltas que no parecían terminar.

Cuando me levanté, a eso de las once, tuve la impresión de que todos aquellos síntomas me habían desaparecido.Aparte de un mal recuerdo, me quedaban escasas secuelas.

Bajé al garaje y apresurado me metí en el coche para ir al trabajo. Logré salir de la ciudad sin ningún problema, pero cuando atravesaba el puente de San Juan, me vino otra vez aquello, creo que fue acompañado de un desfallecimiento, y no pude controlar el volante.

No sé lo que pasó exactamente. No tengo un recuerdo exacto.

Ahora me encuentro en un sitio todo blanco y a mi alrededor veo mujeres efebas, muy hermosas.

Estoy recostado entre el regazo de una de ellas que acaricia mis cabellos, mientras  otra  trata de ponerse sobre mi  con esa "suavidad y ternura" que sospecho inequívoca.

Otra me da a beber lo que parece y sabe como un caldo de gallina - o de ángel, vete tú a saber-.

A ciencia cierta no sé dónde estoy, pero he de deciros que ahora mismo mis vasos deferentes están recibiendo las tres descargas iniciales para la gran explosión de placer que me aguarda. Mi única referencia de ubicación que puedo adivinar es un vértice a distancia interminable sin ninguna exactitud ni precisión coordenada.

Reposo sobre un mullido blanco, sobre mí una hermosa efeva va a ese ritmo preciso, siento su culo sobre mi, sus vueltas suaves, y el fuerte quite como nunca mi Ernestina me hizo sentir.

No hay dolor, no hay tiempo, y esta dimensión a lo largo nunca transitada que supongo será ya eternamente.

He de decirte, que estas historias sólo suelen suceder por la mañana. La tuya quizás esté pronta a suceder.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Un ser especial, parece. Entretenida historia. Un saludo.

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