AGUA.



Para aquel – como decía uno que era poeta-, que al nacer se supuso lleno de calor con esa tierna elasticidad y esa blandura de lo primigenio, sobre unas manos, arropado por el calor de una cálida estancia diminuta.

 Todo lo vegetal que nace también es así, blando y agitado por el viento, desde el mismo instante en que ves un mínimo punto germinado.

Todo va desde la blandura a lo reseco y duro.

 No sé por qué cuestión, el desintegrarse pasa por esa etapa, que si te fijas, vuelve a ser frágil porque no tenemos nada de agua dentro de nosotros mismos.

El fenómeno en sí es el agua.

Yo te decía. Nos acercamos el uno al otro. Tú la mitad del camino. Yo dos pasos más.

Y me das la necesaria mano. O me das un beso necesario. O me acercas tu piel por la parte baja de los ojos. Y quizás, así, tan íntimamente, me venga ese olor tuyo a varias gotas de perfume, o lo característico de cada uno de nosotros, para reconocernos cerrados los ojos.

 El reconocernos por el olor es un instinto casi olvidado.

Hablan de que el ambiente es una espesura, allí, incluso donde no hay aire y existe el vacío. Siempre flotamos. No sé cómo definirlo.

Yo me propongo decirte que estoy muy solo, y que he abierto los brazos. Debo sentir que vienes hacía mi, y sentir que al cerrarlos tú estás ceñida como una hiedra.

Ese es un instante.

Tú y yo.

Entre nosotros apretados no está el vacío y se me quita el terror y todo es más suave y llevadero. 

Todos los días, sabes, juntas un poco de terror, y así, arrinconándolo al cabo del tiempo, toneladas de terror en una esquina, y sobre el terror flores del invierno, casias y magnolias, y otras flores de color rojo, y por el verano dientes de león.

Debes llamarme.

Si lo haces, quién sabe, daré la vuelta porque aún me reconozco. Según te vas haciendo mojama pierdes los recuerdos. Debes darte prisa.

Hoy he salido al mar para abrir los brazos. Quisiera que estuvieses tú.

Toda esta lucha que nos consume.

Un poco de desesperación todos los días.

Y lo innecesario del aire que nos creemos superfluo.

Y sobre el aire todo el vacío que también te abraza, de alguna forma.

En sí, estamos hechos de agua.

Tan indefensos.

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