ANNE SEXTON.

 


Yo quisiera ser como Anne Sexton.

Tener un coche grande, bajar al garaje para fumarme su tubo de escape, a los 45 años de vieja.

Pero yo te digo.

Era un cobarde, y me escondí en las escaleras sin acompañarla. Tuve miedo al ver aquel Ford tan grande, tapizado con cuero, con aquel morro tan amable y aquellos ojos grandes de faros que te miraban.

Y te digo, yo ya había llegado a la edad de ya no te importo, o a déjalo ahí con sus cosas, o, no te preocupes esa cara de triste se le pone cada poco.

Vete tú a saber. Anne, mi poetisa preferida me lo dijo varias veces, mira que abrigo llevo tan suave, baja conmigo al garaje, te haré un poema de esos que a ti tanto te gustan, porque sé que me quieres.

Te recitaré el de las margaritas. Te hablaré de los gusanos. Te hablaré de aquel en que iba  rezando en un boeing 707.

Yo quisiera ser como Anne Sexton.

Tener un coche grande, bajar al garaje para fumarme su tubo de escape, a los 45 años de vieja.

Pero yo te digo.

Era un cobarde, y me escondí en las escaleras sin acompañarla. Tuve miedo al ver aquel Ford tan grande, tapizado con cuero, con aquel morro tan amable y aquellos ojos grandes de faros que te miraban.

Y te digo, yo ya había llegado a la edad de ya no te importo, o a déjalo ahí con sus cosas, o, no te preocupes esa cara de triste se le pone cada poco.

Vete tú a saber. Anne, mi poetisa preferida me lo dijo varias veces, mira que abrigo llevo tan suave, baja conmigo al garaje, te haré un poema de esos que a ti tanto te gustan, porque sé que me quieres.

Te recitaré el de las margaritas. Te hablaré de los gusanos. Te hablaré de aquel en que iba  rezando en un boeing 707.

Yo nunca pude hablar de las margaritas, jamás, como Anne Sexton, con cuarenta y cinco años,

ni como eran los gusanos, ni de que viven los gusanos, ni hablarle a mi madre con el respeto de la locura. A mi madre nunca, con aquellas manos curvadas abultadas, terriblemente doloridas por la artrosis.

Por eso quiero ser lo que no puedo. Recordar cuando mi poetisa me invitó a bajar al garaje para no estar tan sola, y halar y hablar y fumarnos juntos el tubo de escape de aquel hermoso Ford negro.

Anne Sexton.  Hablar de la claridad sobre las margaritas

de lo que los muertos saben y no nos cuentan.

De llegar hasta aquí, me dije, no pasarás, como Anne Sexton se dijo,

pero yo aún mendigo como un viejo coyote por las aceras, buscando el sol

y la furia, o el amor en los ojos de la gente.

Aquel día que Anne Sexton dijo, hasta los ovarios, ven, como yo me digo en vano hasta los cojones, ahora mismo,

varias veces en varias horas,

volviendo a casa herida la conciencia, herida el alma de pensar en la furia que me espera.

Nunca jamás lo haré, lo que Anne Sexton hizo, describir así las margaritas.

Mi poetisa del alma, te amo cuando te leo y te recuerdo.

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