ANNE SEXTON.
Yo quisiera ser como Anne Sexton.
Anhelo ser como ella: tener un coche grande y majestuoso, bajar al garaje para, en un acto casi ritual, inhalar el humo que se escapa de su tubo de escape… incluso a mis 45 años de edad.
Pero te confieso algo: ella era un cobarde, y yo me escondí en las escaleras, sin acompañarla. Sentí un miedo inexplicable al ver aquel Ford imponente, tapizado en cuero, con un morro tan amable y unos faros que, como ojos inmensos, parecían observarme con ternura.
Te diré que ya había llegado a la edad en que se murmura: “ya no te importo”, o “déjalo ahí con sus cosas”, o “no te preocupes, esa cara de tristeza se le pone cada poco”. ¿Quién sabe?
Anne, mi poetisa preferida, me lo repetía una y otra vez: “Mira qué abrigo tan suave llevo. Baja conmigo al garaje, y te recitaré un poema de esos que tanto te gustan, porque sé que me quieres.”
Y así, entre confidencias y el aroma a nostalgia, te prometo:
- Te recitaré el de las margaritas.
- Te hablaré de los gusanos.
- Te contaré aquel en el que, rezando, viajaba en un Boeing 707.
Yo quisiera ser como Anne Sexton.
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