CITA.



Se cumplió ese extraño axioma de muchos encuentros. Este axioma podría ser una teoría matemática de un suceso.

No he de describir el cielo. Su color. Otras sensaciones del momento no son necesarias. Solo diré que se había cumplido la paradoja del encuentro no consumado.

Yo había llegado antes a la Cita, y como tú no estabas me fui a dar una vuelta. Tú llegaste unos minutos después, y como yo estaba dando una vuelta, tú te marchaste pensando que yo no había llegado a la cita. Me había alejado demasiado y cuando volví ya era tarde.
Quiero decir tarde en lo que podría ser la inmensidad.
El efecto fue que en la Cita no había nadie. O sólo yo.
Quiero decir nadie en el sentido de la soledad inmensa. Lo que mi existencia desprendía.

Se dice: en la Cita era como si el silencio tuviese forma de humo, y todo fuera transparente. Al final nadie. Es como si el corazón bajase el ritmo al fin, es como si el corazón se diese cuenta antes. El corazón está antes que todo, lo percibe de esa forma de sobresalto. Es como si los dedos vibrasen en un instante antes de la muerte, la mano se les queda así, con los dedos hacia arriba, con los dedos ligeramente encogidos hacia arriba, con los dedos..., así, con los dedos...
Es una suposición.
Es un razonamiento que yo me hago.
En realidad no sé si alguna vez estuviste debajo del olmo, donde las palomas esperan la comida, y dan vueltas una y otra vez sin asustarse, una y otra vez por si les tiran comida, una y otra vez unas palomas u otras aves distintas como los gorriones dando vueltas, esperando comida, sin nada qué hacer.
No sé.
O quizás
otro día.
En una laguna del parque, detrás de mi banco había nenúfares y peces color naranja. Los árboles tupían el cielo, a veces al moverse con el viento. Las hojas dejaban ver su parte oscura, algunas veces, al viento. La única necesidad que yo siento es no estar solo en algunos momentos. Otros como yo. A veces otros como yo van caminando y por su forma ágil llevan una decisión encima, o llevan palabras en espera para decir, meditadas.
Se les nota como meditan en las palabras, y las van repitiendo para que no se les olviden. Quizás era hoy cuando llegué antes a la cita sin nada pensado.
Había un torrente de luz, de súbito, sombras agitadas.
Quizás la cita debió de ser ayer. Incluso. Hoy no siento esa necesidad de verte. Era ayer.
Mi mano buscando algo en mis bolsillos: una sortija abandonada que coge en mi dedo meñique.
El silencio va contigo. Lo absorbes.
Sé que has estado aquí antes para decirme que hasta aquí hemos llegado.
A ciencia cierta, sí, a ciencia cierta
Ahora las palomas, una y otra vez, dando vueltas.

Comentarios

Pedro M. Martínez ha dicho que…
A las citas se llega cuando se llega. No hay ni antes ni después, hay una cita, para el sí o para el no. A veces hay una premonición, como si alguien nos susurrase "no vayas". Tú te fuiste a pasear y, mira, te has quedado sin saber qué. ¿Tienes el número de su móvil? Hazle una perdida, hazte el duro, no tienes nada que perder.Saludos
Idus_druida ha dicho que…
Habrá que hacer la llamada, Pedro. Gracias. Un saludo

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