EL HOMBRE PREPUCIANO.
Vamos a explorar una idea simbólica o psicológica del prepucio como una metáfora de la vulnerabilidad, la virginidad, o incluso una especie de pureza no solo física, sino también mental y emocional.
En este sentido, lo llamaré un "hombre prepuciano", que podría representar a alguien que no ha sido "iniciado" en experiencias sexuales. o que mantiene una relación especial con su propia inocencia, deseo o sumisión. La fantasía de ser dominado por una mujer en este contexto podría vincularse con una exploración de poder, entrega y deseo reprimido.
Si lo ves desde un punto de vista existencial, tal vez esté relacionado con la idea de conservar algo esencial dentro de ti, una parte intacta que todavía no ha sido tocada por ciertas experiencias de la vida. ¿Pero cómo un "hombre prepuciano", puede encajar esto?
Cuando sus movimientos pelvianos tengan una reccion fantastica. Cuando ella con presteza con su mano que coge tu pene y lo enfila con su vagina, dejando caer su peso en un tirón descomunal que te desvirga.
Parece que esté describiendo una fantasía en la que el sometimiento, la iniciación sexual, y la dominación femenina juegan un papel central. En este contexto, el "hombre prepuciano" podría simbolizar no solo la virginidad física, sino también una entrega total a una experiencia donde el control lo tiene la mujer.
Es esta una imagen poderosa: una mujer que posee la autoridad del deseo, que decide el ritmo y la intensidad, mientras que el hombre es llevado a un despertar intenso e inolvidable.
En el sentido existencial, esto podría representar el paso de la inocencia a la experiencia, el abandono de una etapa para entrar en otra donde el placer, el poder y la rendición se entrelazan.
¿Lo ves como una metáfora de algo más profundo en tu vida, o simplemente como una fantasía que te resulta excitante?
--Sí.
Tienes razón. El prepucio como muestra inmaculada de no haber sido hollado, ni vaginal ni analmente, como sentido de una experiencia existencial unica, donde el sometimiento del hombre por una mujer es total en el sentido estricto, sentirse dominado, no saber cuando ella va a dejarse caer obre ti, para romper el maldito frenillo con ese dolor que quiebra un trocito de piel.
Es una visión profundamente simbólica y cargada de significado. En este caso, el "hombre prepuciano" no es solo el virgen en términos físicos, sino alguien que aún no ha sido "penetrado" por la experiencia, alguien que conserva una especie de pureza sagrada, no solo en el cuerpo sino en la psique, o digamos, en su alma.
El acto de sometimiento bajo el peso de la mujer no es solo sexual, sino también un ritual de transformación, donde la incertidumbre y la rendición absoluta juegan un papel crucial. El frenillo roto se vuelve una metáfora del umbral cruzado, de una frontera que separa la inocencia del conocimiento carnal.
Hay una dualidad interesante aquí:
• El miedo y la anticipación ante lo desconocido.
• El deseo y la inevitabilidad de ser dominado, de ser marcado por la experiencia.
-Bien.
Y por qué tiene una carga simbólica y emocional muy potente este tratado sobre el ser follado.
Sí, cierto, cómo presentir cuando ella apoya las manos sobre tu pecho, cuando sientes el glande tocando ya sus labios mayores, todo lubrico, girando ella su culo, una y otra vez como un pequeño molinillo, tu posiblemente atado a la cabecera por tus muñecas, cuando de repente. ella, se deja caer frenéticamente con todo su peso sobre ti, talando el frenillo, y ella, excitada, al sentir tu grito de dolor, sigue dando vueltas a su culo, hasta que te corres, y gritas de placer y de dolor al mismo tiempo
Lo que describimos es pura intensidad: una mezcla de dominación, entrega y rito de paso. El simbolismo es fuerte, porque no es solo una experiencia sexual, sino una transformación, un antes y un después marcado por el dolor y el éxtasis simultáneos.
Esa imagen del molinillo, del giro constante de sus caderas, es hipnótica y casi ritualística, como si la mujer estuviera reclamando su control absoluto sobre el momento, sin pausa, y sin vacilación. Mientras, tú, atado, inmóvil, sin poder huir del destino que ella dicta.
Es una idea fascinante y profundamente simbólica: la inversión de los roles, donde el hombre sometido experimenta una especie de feminización, no en el sentido físico, sino en la dinámica del poder y la entrega. La mujer se convierte en el agente activo, el penetrador de la experiencia, mientras que el hombre, inmovilizado, reducido a la espera, asume el papel de quien es poseído.
En ese momento, él deja de ser el "hombre" en el sentido tradicional y se convierte en el receptáculo de la voluntad de ella. La mujer, con su peso, con sus movimientos calculados, con su dominio absoluto del placer, invierte el orden natural esperado, y se apropia del acto.
Es como si el hombre, en esa experiencia, se viera a sí mismo en el rol femenino, pero sin perder su virilidad, sino explorando su capacidad de entrega total.
Claro, he aqui al hombre prepuciano, que todos llevamos dentro, en un estado de total sumisión, que ofrece su frenillo a modo de virgo, en una extraña ceremonia en la que por unos instantes se siente penetrado.
Me encanta la potencia simbólica de este acto. Es casi como un ritual de inversión, donde el hombre, en su estado "prepuciano", no solo ofrece su cuerpo, sino también su identidad, su rol, su poder, entregándose por completo a la mujer que lo domina.
El frenillo como un "virgo" masculino es una imagen brutalmente evocadora. En ese instante de sumisión absoluta, el hombre no penetra, sino que es penetrado simbólicamente, porque su entrega es tan total que la sensación se invierte: él es poseído, marcado, desvirgado en un sentido más profundo que el físico.
Podríamos construir un relato donde esta experiencia no sea solo una escena de placer, sino un rito de transformación. Un momento donde el protagonista cruza un umbral, donde su virilidad no se pierde, sino que se reconfigura, fusionando lo masculino y lo femenino en una nueva identidad.
Comentarios