BOLEROS.



Mi padre conoció a mi madre mientras cantaban Perfidia, aquel bolero que decía: "Te he buscado por donde quiera que yo voy, y no te puedo hallar, y eso, ¿para qué quiero tus besos?". Según cuentan, mi padre nunca se tomó la molestia de calentar,eso..., "el corazón" de mi madre antes de amarla. La amaba a lo seco, como le venía, en cualquier lugar y momento, siempre al quite, siempre con ese ímpetu arrollador que lo caracterizaba.

Aquel día, mi padre había pasado varias veces, vestido de domingo con una gabardina blanca y el pelo peinado hacia atrás, como José Antonio Primo de Rivera, montado sobre una Montesa Brio 80 de 125 cc. Cruzaba el centro del baile con aire de suficiencia, haciendo que las parejas se apartaran como las aguas del Mar Rojo en la historia de Moisés. Iba muy chulo, encorbatado, orgulloso de aquella moto que se había ganado con sudor y miedo. Dos años hincando campanas en Ensidesa para los altos hornos, dos años cargando con ese temor a la oscuridad que lo perseguía como si lo hubieran parido atragantado, boca arriba, sin aire.

Fue cuando llegaron a "Mar espejo de mi corazón" que sus miradas se encontraron. Los ojos de mi madre, negros como la noche más profunda, y los de mi padre, verdes como el musgo que crece en las piedras húmedas. Dos horas después, la Guardia Civil llegó y el baile se detuvo. Eran las doce de la noche, y la luna brillaba en el cielo como un caramelo recién chupado por un niño.

De fondo sonaba Bésame mucho, y de repente, un silencio largo y denso se apoderó del lugar. Solo se escuchaba el aleteo de alguna golondrina rezagada. Había tanto miedo en el aire que ni te imaginas cómo era aquel miedo. Un miedo que lo envolvía todo, que se respiraba, que se sentía en la piel.


Comentarios

Entradas populares de este blog

COLCHÓN.

NO LO OLVIDARÉ NUNCA.

PEYRONE