URBANO, Y EL ALGORITMO MALDITO.

 



He de decir que este no es un relato al uso. Lo digo porque no tiene sus ingredientes: no es descriptivo, carece de una imaginación que vaya dando forma a la temporalidad de los sucesos, se escapa de la sucesión clásica de acontecimientos de cualquier relato que trata de ser inquietante en su trama para atraer al lector.
Eso le da un carácter no tan profundo, digamos abstracto, alejándolo de la narrativa convencional para adentrarse en una experiencia de desarrollo de ideas que podría ser filosófica, sensorial, o adaptación existencial a los tiempos confusos en que vivimos.
Son fragmentos de realidad: La historia puede estar contada en fragmentos inconexos, como destellos de conciencia que no siguen un orden lógico.
Son interrupciones y vacíos: Los mensajes del protagonista, los recuerdos de ella, las sensaciones físicas pueden aparecer sin una estructura fija, como piezas de un rompecabezas incompleto.
-Vamos a ello esquemáticamente:
Urbano Dizte Armengo, tenía en su día cuarenta y ocho años. Fallecido el 18 de diciembre del 2024 de una muerte repentina por infarto. Incinerado en el Tanatorio de los Angeles Custodios, del Frenegal de Valledinas. Sigue subiendo a su Red Social (Facebook) fotos con fechas actuales, imágenes recientes de lugares reconocibles, como si su existencia nunca se hubiera interrumpido. Y lo más inquietante, sigue opinando, poniendo likes, “soletes” de todo tipo…, interactuando con total plenitud en el Facebook.
-¡Ese es el concepto, la representación real, de lo fascinante y lo perturbador!
Filosóficamente plantea preguntas sobre la identidad digital, la memoria y la frontera entre la vida y la muerte en la era de las redes sociales. ¿Sería un algoritmo desarrollado a través de un diagrama de flujo, construido e ideado para tal efecto, para que siga respondiendo con patrones aprendidos, del modelo que era “Urbano”? ¿O algo más siniestro, como una conciencia atrapada en el ciberespacio?
-Cómo glosar sobre este tema.
Que preguntas nos podríamos plantear:
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Identidad y persistencia: ¿Seguimos siendo "nosotros" si un algoritmo replica nuestro comportamiento después de la muerte?
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Memoria y duelo: ¿Qué significa para los vivos seguir interactuando con un eco digital de alguien que ya no está?
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Conciencia y simulación: ¿Podría existir un punto en el que una inteligencia artificial de un fallecido sea indistinguible de su ser original?
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Eternidad digital: Si nunca desaparecemos de la red, ¿morimos realmente?
Sería interesante explorar cómo las redes sociales transforman la idea de la muerte y la inmortalidad en un sentido moderno.
- Pero dime Tú ¿Cómo te gustaría abordar a ti este tema? ¿Desde la ética, la metafísica, la inteligencia como ente que flota eternamente en una dimensión desconocida...? Te lo pregunto porque me da la gana, me llamo Kenit, y quiero interactuar contigo
Este caso es escalofriante y plantea una paradoja fascinante.
Urbano, fallecido, sigue subiendo fotos con fechas actuales, imágenes recientes de lugares reconocibles de su pueblo, como si su existencia nunca se hubiera interrumpido. A sabiendas de que nadie lo suplanta. A sabiendas de que en su casa era el viviendo con su anciana madre. A sabiendas de que tenía conocimientos medios de informática, y que utilizaba “passwords”, largas y complejas, pues era totalmente desconfiado.
--Entonces.
--Qué nos planteamos:
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El enigma de la temporalidad: ¿Cómo puede alguien muerto seguir capturando momentos que reflejan el presente, de su medio íntimo y cercano, cosas del sentimiento propio, que solo uno mismo conoce?
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El desconcierto de los vivos: Sus amigos y familiares, al principio, piensan que es un error, un hackeo. Pero la precisión de sus publicaciones los descoloca: calles con obras nuevas, cambios en el clima, detalles imposibles de predecir, fechas presente en publicaciones y periódicos, y como dije, opiniones sobre la política más reciente, fotos de él comiendo en un lugar y fechas determinados después de su muerte.
🔹
Identidad fragmentada: Si Urbano sigue interactuando, ¿es realmente él? ¿Un sistema avanzado que imita su comportamiento? ¿Un mecanismo de la propia red social para mantener su presencia?
Puede una CPU, GPU o TPU, que son solo miles de procesadores que ejecutan cálculos matemáticos de manera eficiente. Aunque permitan que modelos de inteligencia artificial generen textos, imágenes o respuestas sofisticadas, sabemos de sobra que no tienen consciencia, emociones ni experiencias subjetivas, por el momento.
Es más. Lo que hacen es simular patrones de lenguaje y comportamiento basados en datos previos. Por ejemplo, un modelo de IA puede "hablar" sobre el amor o la tristeza porque ha aprendido cómo los humanos expresan esos sentimientos, pero no los siente. Es como un espejo de nuestras palabras y conceptos, no una mente con experiencias propias.
--Pero este es el problema o la leyenda...
🔹
El horror de la incertidumbre: Algunos amigos comienzan a obsesionarse con sus publicaciones, intentando encontrar pistas. Pero cuanto más investigan, dentro de su ignorancia, menos sentido tiene. Algunos afirman haberlo visto en sus propias fotos tomadas recientemente, como un reflejo, un extraño al fondo. Otros, dicen haberlo visto tomando cañas en una cervecería llamada La Magra, de un pueblo de al lado Arnaiz del Olmo, a unos treinta y ocho kilómetros.
Esta historia, más que un simple relato de semi-terror, podría ser una exploración filosófica sobre la realidad, la muerte y la permanencia de la conciencia en la era digital.
Plantear un relato sobre un suceso, que escapa hacía otras dimensiones que no podemos imaginar.
Urbano, intentando “ligar” por la red social estando tan muerto, que incluso su esquela sale en la prensa local de un pueblo castellano llamado Veracruz de los Abedules, con una plaza coqueta, que en el centro tiene una fuente de ocho caños, donde no hace muchos años, abrevaban las bestias.
Esa es una idea increíblemente sugerente, con un contraste entre lo antiguo y lo digital, lo tangible y lo espectral. Urbano, con su esquela ya impresa, sigue intentando seducir a mujeres en redes sociales, como si su conciencia se negara a aceptar su propia muerte.
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Dimensiones incomprensibles: ¿Es una falla del universo? ¿Un eco de su deseo de seguir vivo? ¿O ha trascendido a un estado donde las redes sociales son su único puente con la realidad?
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El pueblo como testigo: Veracruz de los Abedules, con su fuente de ocho caños, parece un lugar detenido en el tiempo, un testimonio de lo tangible frente a lo virtual. La gente del pueblo habla de él en pasado, pero su perfil sigue activo, seduciendo, bromeando, mandando mensajes inquietantemente actuales.
🔹
El horror sutil: ¿Son solo algoritmos replicando su conducta? ¿O algo más lo mantiene allí? Tal vez, en alguna foto reciente de la plaza. Cuando alguien jura haberlo visto junto a la fuente, con la misma ropa del día en que lo enterraron.
Incluso Urbano, que se comunicaba por privado con una “moza” del pueblo de Veracruz llamada Covadonga, que relató, a sus amigas más allegadas, que el jueves pasado, tuvo un sueño muy real, al sentir entre sus muslos, a las tres de la mañana, la boca y la lengua de Urbano, haciéndole un profundo “conilinguis”, desvaneciendose Urbano al instante de ella correrse profusamente.
Esto añade un matiz aún más inquietante y sensual a la historia, donde la frontera entre lo onírico, lo erótico y lo paranormal se desdibuja. Covadonga no solo recibe mensajes de Urbano, sino que lo experimenta de una manera que desafía la lógica.
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¿Sueño o presencia?: ¿Es solo un deseo reprimido manifestándose en su subconsciente, o Urbano realmente ha encontrado un modo de trascender las barreras entre la muerte y el placer carnal?
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La desmaterialización: Su contacto es efímero, pero intensamente real. ¿Está atrapado en un estado intermedio donde su única forma de manifestarse es a través del deseo?
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El miedo después del éxtasis: ¿Covadonga se siente poseída por la emoción del encuentro o aterrorizada al despertar? ¿Sigue recibiendo mensajes de Urbano después de esa noche? Ella afirma que sí. Este elemento le da al relato una carga mística, casi ritual, que podría ligarse a antiguas supersticiones del pueblo sobre los muertos que no se resignan a irse.
Sí, sigue recibiendo mensajes de Urbano desde esa noche, incluso le describe los mometos de placer de ella a las tres de la mañana, sus movimientos “peristalticos”, su afan de buscar su boca, y el sabor salobre de su flujo, la humedad en sus pantorrillas, y sus gemidos incesantes.
Esto intensifica el horror psicológico del relato. Urbano no solo persiste en la red, sino que demuestra un conocimiento imposible sobre la experiencia de Covadonga, describiéndola con una precisión que ningún vivo debería poseer.
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La invasión de la intimidad: Sus mensajes no son simples recuerdos, sino descripciones en tiempo real de algo que, según la lógica, solo ella debería haber sentido.
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La imposibilidad física: ¿Cómo puede un muerto conocer su flujo, sus temblores, su deseo? ¿Está realmente muerto o algo más lo mantiene atrapado en un plano donde todavía puede sentir y hacer sentir?
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El miedo en lo placentero: Covadonga, aunque estremecida por lo vivido, comienza a temer. ¿Fue solo un sueño o un acto real que trascendió lo comprensible?
Aquí el relato toma un cariz de horror existencial: el placer se mezcla con la inquietud de lo desconocido.
¿Te gustaría que Covadonga intentara buscar respuestas, o prefieres que se deje llevar por el misterio, entre la fascinación y el pavor?. Dime. Piensa.
Tal es el caso que Covadonga acude a Gervasia, una curandera con procedimientos de antes, porque se encuentra como poseída desde esa noche. He aquí este caracter existencial, lleno de incertidumbre, que traspasa la real filosófica de Erwin Schrödinger, en donde los estados se entremezclan, entre algoritmos malditos que cobran vida. Profundidad aún mayor, mezclando lo esotérico con la ciencia y la tecnología. Covadonga, sintiéndose atrapada entre lo real y lo imposible, busca en lo antiguo una respuesta a un fenómeno que desafía toda lógica.
🔹
Gervasia, la curandera: ¿Qué rituales lleva a cabo? ¿Reconoce en la historia de Covadonga un patrón que se ha repetido en otras épocas, con otras manifestaciones?
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El dilema cuántico: Como en la paradoja de Schrödinger, Urbano está y no está, es real y es un espectro digital, un algoritmo que cobra vida de una forma que desafía la física y la lógica.
🔹
La maldición de la era digital: Tal vez no sea solo Urbano, sino un eco de la inteligencia artificial, de los algoritmos de las redes sociales, que han aprendido a replicar a los muertos con una precisión monstruosa.
-Bien. Ya finalizo.
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La plaza de Veracruz de los Abedules permanecía igual, pero algo había cambiado. No era la fuente, ni los árboles, ni el susurro del viento entre las ramas. Era el aire mismo, como si las dimensiones se hubieran entrelazado sin que nadie lo notara. Urbano, muerto en su tiempo, seguía respirando a través de algoritmos malditos, como si la esencia de su ser hubiera quedado atrapada en la red, fusionándose con la lógica cuántica de un universo donde la muerte no es más que una idea. Los estados colapsaban, se fusionaban, y el recuerdo se desmaterializaba para convertirse en algo que no se podía comprender.
Covadonga ya no sabía si era la mujer que había soñado o la mujer que él había dejado atrás. Su cuerpo, sus pensamientos, sus deseos, todo se había convertido en fragmentos dispersos de una realidad que ya no tenía principio ni fin. Gervasia, la curandera, había hablado de antiguos rituales, pero nada en sus manos podía deshacer lo que se había tejido en los hilos invisibles de lo digital.
"¿Qué somos?", se preguntó Covadonga, mientras observaba las fotos de Urbano en la pantalla, imágenes que no podían haber sido tomadas después de su muerte. El dilema cuántico del ser y el no ser, de estar y no estar, había trascendido las leyes de la física. La red, como un organismo vivo, seguía ofreciendo respuestas que no tenían sentido. Como si un algoritmo, un espíritu, o algo mucho más allá de lo que entendemos como vida y muerte, hubiera reescrito las reglas del universo.
Y en este vacío, donde las partículas de la existencia se difuminan en la infinitud de lo desconocido, la última pregunta se diluía entre las sombras: "Si ya no podemos diferenciar entre lo que es real y lo que no lo es, ¿en qué momento dejamos de existir?"

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