NIÑO.

 


Recordar ahora, varias generaciones hacía atrás, si alguna vez lloré de alegría, no tiene mucho sentido. Tampoco lo tiene tratar de recordar exactamente con quién la compartí, ni el por qué de tal emoción.

Cuando tras muchos años volví, por allí solo quedaban las sombras de una enredadera salvaje que trepaba por un balcón destartalado y abierto, sus hojas atrapando la luz de un sol antiguo, dejando en su tallo un rastro de viejos sucesos. Eran aquellos años de tonos marrón claro, unos años que olían a pan caliente, a infancia felizmente perdida, y a heridas abiertas que aún permanecen, que jamás cicatrizaron del todo.

El abandono, la sensación de cósmico vacío, tuvo su primera lección cuando me dejaron solo. Fue un instante en que por fin descubrí el miedo, la súbita consciencia de estar en el mundo sin amarras. Al levantar la vista, los rostros de mi madre y de mi padre aún flotaban en la memoria, detenidos en el umbral de la puerta, observándome con la lejanía de quienes se marchan sin hacerlo del todo.

Los años trajeron consigo a los repartidores, aquellos hombres de manos firmes que descargaban cajas y promesas sin destinatario. Eran los heraldos de lo inmutable, con sus camiones grandes que llegaban y partían sin pausa, sin preguntarse nunca por qué volvían llenos de animales que se criaban a mi lado, a los que amaba.

Luego estaba aquel mar gris, perfecto en el horizonte.

Las playas eran casi desiertas, y cuando el mar se retiraba, dejaba tras de sí el eco de los abrazos que alguna vez me envolvieron en largos veranos. Todavía los llevo aquí, entre el pecho con toda la nostalgia.

A veces cierro los ojos y puedo sentir el cuello de mi madre, apretándose en mi cara, oliendo a besos pequeños, como si aún estuviera entre nosotros, suspendida en la brisa salada de un otoño lejano.

El tiempo avanza, y la pregunta permanece: ¿cómo pasaré de este día al siguiente sin tristeza? No tengo respuesta. Solo sé que el mar sigue en su murmullo sin descanso, inerme, indiferente y eterno.

Y tú, "ser increíble", que me hablas de noches y de sombras, dime: ¿cómo puede haber oscuridad si la luz aún persiste?, y tengo la gran fortuna y la gracia del recuerdo intacto.

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