NOMBRE.

 


Resucité sin ganas de hacer nada. No había trompetas ni manos tendidas al asombro. Solo el murmullo cuando pareces sentir el paso del tiempo que estaba estancado entre las paredes.
Te elegí en el instante en que llorabas en silencio. Un martes cualquiera, o el martes de la creación. ¿Cómo saberlo? La palabra estaba olvidada, flotando en el aire como un don bíblico caído en el desuso de la memoria.
Había regresado otra vez desde el vacío. Con un cuerpo nuevo, con una piel aún sin historia. Aprender todas las palabras, nombrarlas por primera vez, inventarlas si hacía falta. Aquél lugar tibio me acogió con un soplo cálido, y el vapor cubrió mi rostro antes de mi primer grito. Otra vez ese rito de volver a resucitar.
Boca arriba, esperé el roce de un beso. ¿Dónde estaban las flores que otro día me dieron la bienvenida? Solo la luz marcando la sombra en su forma más cruda, y brazos anónimos sosteniéndome en la fragilidad del amanecer.
Si el aire no fuera suficiente, tendría branquias. Si tu nombre no se hubiera agotado, aún lo recordaría. Pero mi voz no llegaba, se deshacía en el intento de llamarte.
Hoy, en la inmensidad del mismo camino que debo andar, los pasos están esculpidos en una memoria que no me pertenece. El viento mece tules en forma de alas, y un rastro plateado de mariposa se deshace como si fuera el mismo holograma de la eternidad.
Doscientas millas entre la mesa y tu voz. Un libro abandonado por su página aburrida. La tinta seca en la yema de mis dedos, restos de algo que intenté hacer.
Hubo un día en que te señalé y en ese gesto reconocí el propio temblor en mis manos. La mueca quedó suspendida en el aire, como la simple realidad de una duda.
Y al final de la mañana, tal vez un martes, tal vez ningún día con su onomástica, el eco de un nombre flotó lleno de incertidumbre sin un dueño que diese la vuelta para mirarme.
¿Quién me ordenó recordarte solo un segundo?
¿Quién decidió que debía olvidarte justo después?
Pero aquí estás, casi real, casi presente. Es otra vez.
Tu nombre, aún en la punta de mis labios.
Justo antes de desvanecerse en mi memoria.

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