EQUILIBRIO.

 


En el filo de la navaja, donde el equilibrio se vuelve una herejía, vivimos suspendidos sobre un punto inexplicable. Es como si el mundo se apoyara sobre su parte más angosta, un vértice que parece desafiar la lógica y la razón. Todo se basa en inocentes axiomas, premisas que asumimos sin cuestionar, pero que sostienen el peso de nuestra existencia.

Los pensamientos retornan, el recuerdo se cierne sobre nosotros como una sombra, y luego la ausencia. La ausencia es un abismo que nos traga, un vacío que parece imposible de llenar. Y vuelve, recreada en todas sus formas, como si nuestra mano dibujara una figura imposible, un trazo que se desvanece en el aire.

En las horas desproporcionadas, cuando la locura parece acecharnos, busco refugio en ti. Me acoges en tu seno, me mantienes en equilibrio ante el caos que amenaza con consumirnos. Pero en el sentimiento de ausencia no hay dicha, solo un vacío que late como un corazón roto.

Se cumple la ley de todos los fenómenos inexplicados, una ley que rige el universo y nos recuerda que nada es absoluto. Y te recreas, sin presencia absoluta, en todo lo que me rodea. Eres la sombra que se proyecta sobre la pared, la silueta que se dibuja en la oscuridad.

Es en la noche cuando trato de percibirte, cuando la oscuridad se vuelve una especie de revelación. Te veo dibujada sobre las sombras, conocida y excesivamente necesaria. Eres la perfección de un dedo minúsculo recorriendo el surco de mis labios, un toque que me hace sentir vivo.

Pero ¿cómo es ese punto en el inicio del derribo? ¿Existirá tanto dolor cuando caigamos en el abismo de la ausencia? La pregunta me persigue, me acecha en la oscuridad, y me recuerda que el equilibrio es solo una ilusión, un momento fugaz antes de que la gravedad nos arrastre hacia abajo.

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