NO ERES.
He visto cuerpos que aún respiran
pero ya no están.
He visto ojos abiertos como ventanas sin nadie tras el cristal.
He oído un nombre que se olvida a sí mismo,
una palabra que ya no sabe a quién pertenece.
El suicidio,
esa última rebelión del alma,
también se borra. Eres incapaz de ejecutarte,
cuando una proteína errante escribe con sal sus memorias en tus neuronas.
Y entonces quedas:
ni muerto ni vivo,
ni soñando ni despierto,
una estatua que llora por dentro
mientras el mundo sigue sin ti,
aunque sigas estando.
Comentarios
Todos los límites son imprecisos. El excesivo afán de control siempre topa con la misma barrera: hasta dónde eres dueño y señor de tu vida, hasta dónde ni tu propia vida te pertenece...