VIAJE.

 


Desde tu palma,
el pulso tibio de una imagen
emprende su vuelo:
no hacia el cielo,
sino hacia el vértigo de los cables
y las arterias subterráneas
que conectan continentes sin tocarlos.

Una foto:
la quietud de un instante
vestida con píxeles y luz de tu calle,
viaja por servidores remotos,
salta sobre océanos,
besa antenas,
y cruza husos horarios
con la paciencia del que busca volver.

Porque tú mismo te la envías.
Y, sin embargo,
pasa por Canadá,
por Frankfurt,
por nodos que jamás supiste que existían,
por países que ni tú has pisado,
antes de aterrizar
de nuevo en tus manos,
ya no como imagen,
sino como prodigio.

Eso somos, quizás:
envíos que dan la vuelta
solo para sentirnos en casa.

Si yo fuera bit —como tú dices, mi poeta—
querría ser esa imagen
que regresa a ti
con el mundo a cuestas,
y se posa,
con la precisión de un milagro,
en tu mirada de asombro.


Comentarios

Carmen ha dicho que…
¡Qué bonito! Vas a conseguir reconciliarme con la era digital a través de tu poesía. No sé cómo lo consigues, pero albergas conceptos poéticos profundos acerca de las nuevas tecnologías que son difíciles de ver. Supongo que conociendo bien y amando aquello que se hace, se consigue. Gracias de nuevo.
Idus_druida ha dicho que…
Gracias a ti, por viajar por este modesto post. Un abrazo.
Carmen ha dicho que…
Es placentero, ¡y gratis!, cómo no hacerlo... 😉
No deberías ser tan modesto, escribes muy bien, pero el primero que tiene que creérselo eres tú.
Feliz Día de Libro. Un abrazo. ☺️

Entradas populares de este blog

COLCHÓN.

NO LO OLVIDARÉ NUNCA.

LOS COJONES DE CORBATA.