LA PARADOJA DE CRETA,
Gubia en mano, la madera canta un verso tallado, lento y profundo, donde el bloque de un mundo lo que en relieve es, el papel canta.
En el plano de Euclides, la mente se eleva, las paralelas viajan sin tocarse jamás, un axioma que afirma la paz, un mundo de reglas que no se quiebra.
Pero en Creta, la voz se enreda, "Todos los que viven aquí están locos", y la verdad, en espejos rotos, en un círculo extraño se enreda.
Gödel le dio al verbo un número, al pensamiento una cifra, un signo, y el dígito, de su esencia digno, pudo hablar de su propio rumbo.
En Escher, la escalera al cielo, la mano que dibuja a su hermana; en Bach, la fuga que regresa, el tema en un bucle eterno.
Y en esa danza de un gran misterio, la lógica y el arte se encuentran. El sistema que a sí mismo inventa, el yo que de sí mismo nace, en un bucle eterno y grácil, un poema.
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