DESDE ESE PUNTO.
Te ofrezco un párrafo, algo cruento
sin mucho significado. Hay migas de ayer en todo el fondo de la mesa de mármol.
Me he dado la vuelta muchas veces detrás de ti. Sobre tu cabeza mi cabeza,
sobre tu espalda mi brazo, rozándote.
Ahora que hace sol descubro los
bordes amenazantes en vértice y las malas noticias. La sombra nueva entre dos
rayas paralelas de penumbra.
Y rozándote. Rozándote.
Mis partes me las toco en la ducha
o en el bidet buscando algún bulto. La mano me la paso por el culo varias
veces, deambulo bajo los brazos, entre las piernas, en el cuello mis dedos en
forma de punzón.
Mi padre tenía una hernia como dos puños y por
las mañanas se ponía un cinturón de cuero con dos topes de madera a modo de
faja, tiraba árboles, arrastraba troncos, daba puñetazos a las mulas, tenía el
culo lleno de almorranas, cuando se apartaba para cagar venían cientos de
moscas brillantes al festín de color betún.
Algo muy malo lo pudrió para
morirse. Por la nariz un rastro amarillento. Todas las moscas en él. De todos
los colores. Los coros siseantes, vueltas y vueltas.
Hay más párrafos de los que
pudiera escribir, según se cae el sol por donde todos los días, como abriéndose
paso.
Un toro se moría de reventado, una
mula y un toro, el toro hincando las dos patas de delante sobre la hojarasca,
dos hombres a palos sobre sus espaldas donde estaba el rabo atado, y la mula
quejándose, el tallo de madera casi no
abarcado, arrastras hacía abajo, la mula, el toro, todos sobre un descanso de
zarzales, raíces arrancadas, y rastros de brezo, el toro muerto con los ojos
abiertos, y las moscas de la mierda sobre sus ojos. Los Coros siseantes, vueltas
y vueltas.
Mis huevos tienen esa forma
extraña de colgajo, me los veo, con el calor se me pegan, sudan, no adopto otra
postura hasta que no llega el sol a esta parte. Me levanto a masturbarme sobre
el lavabo, las cuatro gotas de semen con restos de sangre despacio hacía el
fondo. Toco el rastro con mi dedo. Lo huelo. Abro el grifo y se pierde.
He de hacer con el brazo así y así
sobre toda la mesa, todas las migas al suelo.
Lo salvaje mata a la vida. Lo
salvaje no tiene un término medio, no tiene marcas, no hay un lugar en donde
puedas esconderte, mata ancianos, mujeres, niños, lo salvaje deja cadáveres en el
suelo innombrables, anónimos, sobre sus huellas de sangre.
El toro muerto reventado. Una
cabeza de toro muerto reventado, los cuernos enterrados, la mula en un
laberinto de cuerdas amansada sin poder levantarse en una trampa, el largo
tronco en un equilibrio peligroso, inamovible por un gesto, derrumbado por una
casualidad que no lo llevase monte
abajo.
El bosque estaba allí inmenso.
Grajeaban las aves de no sé qué paraíso, los radicales mirlos en zigzag
vertiginosos, sin pausa. Los azores de ronda dando vueltas sobre el principio
de los árboles llenos de hojas de color naranja arrobados por el débil viento
del medio día. Y luego los buitres oteando el festín.
Las golondrinas mucho más altas,
casi indistinguibles.
A la barriga del toro cuatro
hachazos. Sale sangre y tripas. La gravedad las lleva humeantes con un olor
nauseabundo, salen solos como un torrente los intestinos. Para el corazón otro
tajo certero en el esternón. El cuello a un lado, la cabeza se va de bruces
sobre la hojarasca las fauces de morro en posición amenazante, levantados los
cuernos ya muertos. El troceo de los pernales, y los lomos, para aprovecharlos,
y un reguero de sangre en hilos interminables que se pierden entre las
hojarascas de abedul y roble.
Las moscas llegaban desde todas
las mierdas. Los Coros siseantes, vueltas y vueltas.
No está mi mirada sobre la luz. Mi
boca arriba sobre la luz. En un trasiego. La mano ansiosa que me acaricia en
esa proporción de piel que le indico. El olor a pan húmedo entre una fritura de
pimentón picante y ajo. El sol que se queda parado sobre mi dedo, sobre un
pequeño bulto donde mis piernas se juntan al tronco. El sol tan quieto
entonces, la sombra perfecta, sin penumbra y muchas migas sobre la mesa, como
si un brazo hubiese pasado de lado.
Sé que he de empezar a morirme desde ese punto.
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