Cuando marchamos del hotel Bajoncillo de Torremolinos mi suegra Amadora, La Florencia, y yo, llevábamos las maleta de la Amadora llena de toallas, jabones, albornoces, las sabanas y fundas de la cama, y las lámparas candil de la pared. Yo el día anterior a la marcha me subí un destornillador de estrella del Volkswagen y arramplé con dos apliques esquineros, los toalleros y la televisión " tedete" que colgaba sobre la pared, también baje un embellecedor de repisa con espejo, y los floreros de plástico que había en el hall de entrada, las tapas del vater, y los tapones de registro de los videts. A mi me vinieron aquellos retorcijones como si me hubieran apuñalado, cuando estaba sobre la cama desatornillando los colgantes de piedra de la lámpara del techo. Fue cuando me entraron aquellas ganas de ir al baño, igual que si me estuvieran agujereando con un abre cartas, y lo hice todo como de papilla amarillenta, que no suelo, que soy de un estreñido de m...