No tuve miedo por aquel prodigio. Tuvo lugar con los ojos cerrados, la oscuridad dentro de la oscuridad. Parece que empezaba otra vez a escuchar las voces. Era una costumbre que estuvieses dada la vuelta mirando hacía la cómoda, y a dos puertas de armario. A mi me venían voces de Casiopea. Ya te dije como era aquello. Después de pasado el cerrojo de la puerta de entrada, si tú no hablabas, si yo no hablaba y me venían aquellas voces persuasivas, no podrían proceder de otro lugar que no fuese de Casiopea Algunos gritos venían de la quinta estrella, la más brillante. Algunos susurros de la tercera estrella, la más tenue. Había una gota de la ducha cayendo sobre la bañera en morse: una raya corta y un punto, luego un silencio y la raya larga. De la cisterna manaba un chorrito indeleble y después de no sé cuántos minutos era como si un asmático desesperado abriese la boca de nuevo, se iba por la patita toda el agua. Respirábamos. Yo sobre mi corazón. M...