Estaba la estética, la armonía, dando sentido a cualquier brizna diminuta, incluso a aquellas violentamente arrancadas al horadar, arrastrar, alisar, pulir, pinchar, descuartizar, cortar, aplastar, machacar...
Cada hoja amarillenta que caía de las ramas lo hacía cumpliendo un designio.
De cualquier forma que pusieras las manos para hacer fuerza, lo que quedaba en el suelo seguía siendo parte de la armonía.
Estuve años así, pensando que lo único verdaderamente anárquico era el comportamiento humano.
Por las mañanas, sin nada que hacer, deambulaba a veces imaginando que un día, a la naturaleza, se le rompería una de sus ataduras: aquella que la ungía con el don de poder retroceder sobre sí misma y reiniciar eternamente el juego de lo que nace y muere sin descanso.
Muchas veces me pregunté si, en realidad, tengo algo que ver contigo.
Yo, no otro.
Yo, lleno de manías cuando bebo agua, debajo de un agitado abanico de hojas, en un banco público.
Contigo, si me observas; contigo, si no me observas; contigo a través de otro que me observe, sólo para certificar que existo.
Alguien que me ame o me odie: todo vale para certificar que existo.
Todo lo que matemáticamente se realiza con una función entre paréntesis, y que aleatoriamente produce una figura de colores —los simétricos fractales, las hojas de los árboles, el sol en su esquina, moviéndose en una semejanza matemática—, todo ello sostiene también la propia miseria que hoy me acucia.
Desaparece la poesía, y los objetos hermosos se vuelven horribles.
Las arquitecturas perfectas, lineales, simétricas, resultan asquerosamente esperpénticas.
Sé que, detrás de todo, Algo coloca las cosas en su justo equilibrio estable, bajando hasta el cero absoluto para reiniciarse desde esa ubicación: esa posición en la que sólo existe el reposo.
Lo hermoso es una locura; la poesía, una banal esquizofrenia de palabras puestas para sonar bien.
En realidad, los poetas suelen cagar mal y les brotan plumas de colores en la espina dorsal.
Que te metan un dedo por el culo puede ser una caricia de amor o la indagación de un astrólogo.
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