ESCENA 238.



 


Escena: 238/Toma 3: De la Escuela.

El Regletazo  por no saber el número Pi, hasta los 8 decimales.

ESCENA – INTERIOR / AULA RURAL – TARDE GRIS – INVIERNO DE 1967

ENTRADA CLAQUETA.

Plano general.
Una aula lúgubre, en la planta baja de una casa rural. Paredes desconchadas, cal caída, cristales empañados. Una estufa de hierro negro escupe humo y calor insuficiente. El silencio se quiebra por un canto rítmico, áspero:

NIÑOS (OFF, en coro):
¡Tres, coma, uno, cuatro, uno, cinco, nueve, dos, seis, cinco!
¡Tres, coma, uno, cuatro, uno, cinco, nueve, dos, seis, cinco!

Plano medio.
Niños con abrigos viejos y bufandas apretadas repiten, cabizbajos. El aliento les sale blanco. El aula huele a carbón, cuero y cera rancia. En la parte frontal, tres imágenes colgadas: La Sagrada Concepción, José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco Bahamonde.

PLANO DETALLE:
Los labios agrietados de Julián, un niño de 9 años. Teme equivocarse. Le tiembla el mentón.

SE ESCUCHA:
El tac-tac de zapatos acercándose.

PLANO CONTRAPICADO:
Don Aurelio, boina calada, abrigo de paño, bigote recortado, avanza despacio por entre los bancos. Lleva en la mano una regleta de madera, como una espada.

PLANO DETALLE:
La regleta, golpeando su propia palma. Clac. Clac. Clac.

Plano subjetivo de Julián.
Ve acercarse al maestro, desenfocado por el miedo.

DON AURELIO (voz grave, seca):
Tú, Julián. ¡Repite!

JULIÁN (casi inaudible):
Tres coma uno cua...

SONIDO:
Un zumbido seco. Un latigazo.
La regleta se estampa contra sus nudillos. Julián ahoga un grito.

PLANO DETALLE:
Los dedos se abren. La mano sangra.

DON AURELIO (tronando):
¡Otra vez! ¡Y sin llorar!

Plano fijo, cámara inmóvil.
Julián se endereza. Traga saliva. Sangra. Y repite con voz firme, pero temblorosa:

JULIÁN:
Tres coma uno cuatro uno cinco nueve dos seis cinco...

Plano general.
Las niñas, en un rincón separado por un entablado con rendijas, cantan las tablas del ocho. Algunas  entre sonrisas entrecortadas, sin hacer ruido.

PLANO DETALLE:
Una gota de sangre cae sobre el cuaderno de Julián.

VOZ OVER (voz adulta de Julián, años después):
Las matemáticas me enseñaron a sangrar antes que a pensar. Y aún hoy, cada vez que oigo el número pi, siento un escalofrío en los nudillos, como si la infancia me tocara con su regla de madera una vez más.

SALIDA.

Comentarios

Carmen ha dicho que…
¡Qué brutalidad! En mi época ya habíamos descolgado el pollo de la bandera y colgado a los Reyes. Aún así algún cabrón (y cabrona) había que pegaba. Yo fui librando. Era una niña que rendía y se comportaba. Además nunca me tocaron ninguno de los de la mano suelta. Pero recuerdo el estrés de principio de curso por ese motivo.
Oye, estaría bien la peli completa. La historia que ese niño puede contar se presenta interesante.
Feliz día, gracias por la lectura.
Idus_druida ha dicho que…
Yo empecé a ir a la escuela sobre el 68, si no recuerdo mal, y aún existían. Las niñas tenían aula separada. Las tardes de invierno eran largas, porque unos meses al año también teníamos clase por la tarde, para los catecismos, la historia sagrada y eso. Mis recuerdos entre dulces y amargos. Eran esos tiempos.
Carmen ha dicho que…
Entiendo. Por tu historia y la de otros supongo que las cosas fueron mejorando poco a poco. Yo no conocí la segregación por sexos. Me tocó la época de clases multitudinarias y la recién estrenada democracia que nos fuimos creyendo también poco a poco por prudencia y miedo. Fue el emerger de los derechos. Supongo que para cuando llegué a la universidad, una auténtica etapa dorada de nuestra historia. Estudié gracias a las ayudas estatales. Eso es lo que conseguía la contribución ciudadana entonces con sus impuestos, equiparar oportunidades de personas que de otro modo no hubiesen podido salir de casa, a las de los chavales que gozaban de un colchón económico favorable. La ayuda no era gratuita, exigía un rendimiento académico que motivaba a la consecución del objetivo.
En fin, que tuve suerte. Soy consciente...
Idus_druida ha dicho que…
Bueno, yo también estudié por ayuda estatal. Empecé en las Universidades Laborales, que a mi me venia muy bien pues estuve interno den la de Gijón 4 años. Luego con ayuda de un familiar que vivía en Madrid, y trabajando al mismo tiempo, conseguí acabar Telecomunicaciones, que fueron 5 años más, esta carrera era nueva y apenas se podía estudiar en dos sitios en España. Lo bueno, que al acabarla nunca te faltaba el trabajo, pues coincidió con la revolución de Internet. Yo si no hubiera sido por las Laborales, y alguna beca, no hubiera podido estudiar. En mi familia había lo justo para vivir. Un abrazo.
Carmen ha dicho que…
Un abrazo. Feliz día.

Entradas populares de este blog

COLCHÓN.

NO LO OLVIDARÉ NUNCA.

LOS COJONES DE CORBATA.