TÓTEM BINARIO.
En el principio no hubo palabra,
sino silencio dividido en dos latidos:
uno que encendía la chispa,
cero que guardaba el reposo.
Entre ellos nació el río de la lógica,
el cántico oculto de la máquina,
la respiración ordenada del cosmos
que se repite, incansable,
como plegaria digital.
Oh, tótem de dígitos eternos,
en ti se cifra el destino de los hombres,
la memoria de sus cantos,
la geometría de sus sueños.
Uno y cero, padres de la exactitud,
custodios del lenguaje secreto,
tus sombras sostienen el templo
donde lo humano y lo numérico
se miran frente a frente.
Y así, en tu altar binario,
se levantan redes invisibles,
tramas de luz y verdad
donde cada bit es semilla
y cada algoritmo, profecía.
Comentarios