DESAZÓN.
El Principio de la Incertidumbre también se aplica al Alma.
No hay observador neutro en el espíritu.
Cuando uno intenta medir su tristeza, la tristeza cambia de lugar.
Cuando uno busca el origen del vacío, el vacío se disfraza de pregunta.
El alma humana, como el electrón,
no habita un punto, sino una nube de probabilidades.
A veces vibra cerca del amor,
otras se escapa hacia la frontera del miedo.
El pensamiento recursivo se mira a sí mismo
y, al hacerlo, se descompone en infinitas versiones de sí.
No hay certeza posible en ese laberinto;
solo la danza del quizá.
El cosmos y la mente son dos espejos enfrentados,
y en su reflejo interminable
se borran los contornos del yo.
Lo que llamamos “yo” no es más que la interferencia
entre lo que fuimos y lo que todavía no somos.
Por eso, cuando la ansiedad llega,
cuando la desazón te toca el hombro,
recuerda:
no estás roto,
solo estás oscilando en el campo cuántico del ser.
Y allí, incluso la duda,
es una forma de existencia.
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