MI DORITA LA SUPERMASIVA.
Se volvió supermasiva mi Dorita,
tan densa de ternura y de misterio,
que el espacio entre nosotros se curvó
hasta hacerme caer en su mirada.
No hubo velocidad de escape,
ni luz, ni pensamiento que pudiera huir.
Su voz —como una supernova lenta—
me quemó los miedos hasta el núcleo.
Crucé su horizonte de sucesos
sin querer regresar.
En su centro, donde el tiempo no pasa,
sigo girando, enamorado,
como el primer día.
Allí el amor no pesa:
se comprime en la eternidad.
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