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ENTRE TANTA SOLEDAD.

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Cuando todo me empezó a dar vueltas, faltaban dos minutos para la sexta década de mi vida. Percibí una intensa sensación de nausea . Y cuando quedaban apenas unos segundos para la onomástica, me cogí a la manilla de la puerta del baño, y entre tanta soledad me fui cayendo lentamente de rodillas. Quedando la mitad de mi sobre una moqueta verde oscura, y la otra mitad de mi -los pies desnudos-, sobre los azulejos blancos del baño. En ese estado nauseabundo, mi boca sobre lo mullido, mis pies descalzos soportando el frío de la piedra. Y así, entre tanta soledad. La hora por la luz, quizás medio día, por los ruidos de la calle, quizás media tarde, por la algarabía de los niños, quizás la mitad de una hora temprana. Y siempre. No sabría cómo. Entre tanta soledad. Entre tanta soledad debía decidir el rumbo. A un lado la puerta de la cocina, al otro la ventana del balcón entreabierta por la que se agitaban unos visillos blancos abatidos por el aire. Entre todo aqu

TE LO DIJE.

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Después de haber deambulado mucho tiempo. En algún momento preciso recordé que ya era la hora de darme la vuelta. Sugiere la puerta que la abras. A lo largo de todo el silencio, en su vuelta, te enseñará el espacio al que perteneces. Es sublime. De improviso no recuerdo a más de cuatro desconocidos, a más de tres conocidos. No sé si debo cerrar tras de mi todo el espacio sobrante. Y habitarme. Es muy sublime la desproporción. Dentro de mi no hay nada, fuera de mi no puedo abarcar lo que existe. Siempre la inmensidad. De un tiempo a esta parte presiento a los ácaros al entrar, cómo se esconden, inapreciables, si estuvieras tú al fondo, al lado de la cómoda, tu cabeza en forma de hormiguero, el tronco, las manos. Sublime esta percepción de ver lo microscópico. Incluso. Cómo creces desordenadamente en tu interior. - Te lo dije. Mira, te lo he dicho. Por la moqueta lo que vive al caminar suena como si pisaras nieve. Mis pies un contorno de

BESOS.

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No hubo nada de particular. Lo que llamamos silencio. Caminábamos alejándonos o acercándonos. Creo recordar el instante. Algo impreciso. Incluso, cuando su boca estaba a dos dedos de mi, en todos los sueños de las noches transcurridas, su boca tan cerca de mi de forma misteriosa. Un día, o un lunes. Hubo flores nuevas. Nos cruzamos veinte veces, y una vez coincidimos con los brazos abiertos. Estaba sobre el cielo toda la luz que ven los vivos. Sus bolsillos llenos de papeles rotos. La arrimaba contra mi. Éramos humo. Quiero decir como si no existieramos. En un péndulo de reloj dorado nuestras caras juntas por un instante. Marcando un momento. Como dije, luego fue su boca que había llegado del otro lado del mundo. He perecido, soy lo que no se abarca. Pero vuelvo a la vida los lunes, a este pasillo, sólo por celebrar un beso.

OLVIDO.

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No puedo expiar ningún pecado. Lo sensual era por obra y gracia. Y estaban aquellas flores y todo lo que era hermoso.Una ventana. El cielo irregular. Podría apretarte todos los días cuando sea domingo. Sin prisas. Y buscar nuevos enigmas debajo de la mesa. En las estanterías. Los pensamientos que nos invitan a la memoria. No hay reglas invariables en nuestras secuencias. Hace una semana otra vez aquí. Dispuestos a emprender el viaje por el mar Amarillo. Hubo una vez. Un beso. Lo recuerdo. Otra vez alas. Y otro beso. Uno diminuto y otro grande. No debo rezar en este infierno el pan nuestro. Nada nos es dado que no vaya a suceder por un designio. La soledad, no el silencio, la soledad. Otra vez las manos. Acaso, y cosas de los ojos. Cuando comprendía que era para amarnos durante un tiempo. Toda la vida, nunca. Otra vez como, así, como vienes hasta mi hombro hac

LABIOS.

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Todo se basa en la inocente ausencia. Como una cúspide apoyada sobre su parte angosta. Todos los pensamientos tienen en el recuerdo la ausencia. Y en sí. Recreada. Es como si tu mano dibujara su forma. Tan sutil. Me acoges en ti en las horas desproporcionadas en que he de mantenerme en equilibrio. En el sentimiento de ausencia no hay ninguna dicha. Se cumple la ley en todos los fenómenos inexplicados. Sin presencia absoluta. Te recreas. En todo. Con cierto dolor. S ó lo en la noche. Te percibo. Como dibujada sobre las sombras. Casi nítida. Excesivamente necesaria. En la perfección. De un dedo minúsculo recorriendo el surco de mis labios.

TU ESPALDA.

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Ves la yedra. Que me abraces de esa forma para dejar la marca, sobre la pulcra piedra. Envuelveme. Dame eso. Varias vueltas hasta el cuello. Un leve rastro para saber volver sobre mi mismo. Nunca lo inmenso. De lo lejano sólo un poco. Nada de multitudes. Tengo que saber que puedo abrir la puerta. Quiero. Tu boca abierta en un gesto dulce. Lo inmediato. Dime: voy a bajar por aquí si tú me dejas. Todo lo que es vida en esa orilla. Agua mansa como una mano lenta. De los recuerdos de sólo un segundo. Hubo un muerto. Olvidado. En este momento mismo en algún lugar. No tan lejano. Y tengo miedo de todos los segundos. Yo quiero quedarme contra tu espalda. Aun. Caliente. Escondido y cobarde. No valgo nada si no descanso sobre tu hombro. Los labios. Dando besos que desparecen en un instante. Como un secreto. Desde ese lugar hasta al otro donde tu cuerpo acaba. No hay más. Un millón d

EL TAQUILLÓN.

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Me entra tú cuñado Julián como un perro de presa, tiene cara de mastín rapado con ese anillado a lo cerdo fociquero que se puso en la nariz, y me dice lo de que era tonto con diploma, oyes a mi tú no me faltes, tú cuñado va de listo o le remueve tú hermana el espíritu de mal fario, sí sí sí, y también te digo que a mi tú hermana Brígida, la de Francia, me lo dijo claro, y tú que eres la hermana mayor también, tan claro como el agua, pásate por casa del tío Pablo y pon en el Cero para vender los muebles de nogal, así fue como se me dijo, textual, y tú que eres la mayor, y mi parienta, deberías de poner orden. -Me repateáis. Yo no soy ningún chorizo; chorizos en tú puta familia de ovejos. Yo a casa de tú tío Pablo entré dos veces: una cuando lo encontraron muerto, y otra cuando fui para poner el anuncio para vender la cómoda y los dos armarios de la habitación grande, el resto se lo llevó todo el mastín, chica, si no dejó ni un triste vaso para beber agua; arramp

ES UNA GUARRADA.

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T engo una prótesis de cadera, dos puntadas en el promontorio del isquion. Doce fistulas interesfinterianas, sin abuso de terceros. Por decir algo para este medio poema. No me vengas con vaginitis. Apriétame. Sácame la leche. Otros vivos se encaminan sin tropiezos. Marchar, no. Mejor quedarse. Ninguna aventura baldía, nada. ¿Cuántos instantes antes del silencio total? ¿Toda reflexión implica pararse para pensar? Paseate con el dedo por todos los acontecimientos recientes, no encontrarás uno saludable. Y por qué todo aquí entre mis manos, sin poder hacer nada, hablando y hablando. Hablándome. Antes de ayer estaba en la misma posición, y ayer. No sé en qué tiempo debo decir amor. Las pequeñas pausas me desconciertan. Cómo van a proseguir después. Con qué tema. A veces me quedaba en la cocina después de tomarme un café con leche, la radio puesta y la cabeza entre las manos, y los codos apoyados en el mármol de la mesa. Me daba que pensar, un día