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HIERBA.

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No puedo describirte la niebla que baja para posarse tan leve, los primeros claros de azul por donde brilla el sol, y ese sonido que no acierto a describir. En Mayo, a eso de las once de la mañana, la hierba tiene muchas gotas de rocío. Si la miras de frente cuando el sol la alumbra por detrás, ves infinitas gotitas brillar en diferentes tonalidades. Algunas soportan la inclinación de la luz reflejando un diminuto arco iris. Ahora mismo las veo así, delante de mí. Mi guadaña se abre y se cierra y va segando suavemente una senda de casi dos metros de ancho, dejando solo un puño desde la raíz. A mi lado se van depositando flores y flores, tallos verdes de hojas, infinidad de colores caídos desordenadamente. Cuando descanso apoyado sobre el talón del mango, veo el monte lleno de brezo amplio y grande, desgastado sobre el horizonte con una tonalidad morada. Yo siego y siego absorto, recogiendo la brisa sobre mi cara, y me siento tranquilo y a gusto, mientras lejos de mí, obser

NANA.

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Me apetece siempre poner qué. Qué sería. Y cómo, en el sentido de cómo es. Debes de llevar tiempo ahí, preguntándote. De qué forma. En qué situación. Con qué palabras darás hoy esa noticia. Un día alguien abrirá nuestros cementerios y les llamará catacumbas. O estaremos en el humo que queda al quemarse las flores. Palabras que debes decir llenas de sentimiento. Qué sería del mar sin esa luz que te parece el abismo. De que sirve llorar sólo. O tirarse al vacío. En el último instante qué sería de nosotros.

CAGABAS SIEMPRE DESPUÉS DE CENAR, ERAS COMO UN RELOJ.

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Habíamos coincidido uno frente al otro, y no teníamos espacio. Nos miramos por unos instantes. Casi no había espacio para ignorarnos, aquel pasillo tenía apenas un metro y medio de ancho. Cómo pudo suceder que hubiéramos estado casi treinta años juntos intentando conocernos. Que hubiésemos llegado a no cerrar la puerta del baño, que ella viese como me agitaba el capullo, y yo cómo se limpiaba esas gotitas finales de su coño. Oler sus pedos que procuraba tirar sin hacer ruido. Ella oler mi mierda con ese color extraño que dan los lacteos, y la compota de manzana. Y ahora, en este puto pasillo, por una casualidad extraña me llega de refilón su mirada a la que yo le hice una mueca, y su fragancia que aún guardo en no sé que parte para construir los recuerdos.

A PELARLA PUTOS POETAS CAPULLOS.

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Luego surgió la voz, primero un gesto de la boca, donde después se pusieron los nombres de las cosas: lo más alto y lo más alto aún, lo más ancho, lo más grueso, lo más lejano, lo cercano, lo dulce y lo más amargo, lo rojo y lo muy rojo, lo azul y lo blanco, las cosas delgadas, y todas las cosas que te puedas imaginar , no lo he enumerado todo, estaría así hasta las tres de la tarde. A veces la locura: vino lo ausente, la ausencia, lo angustioso, darle mil vueltas a lo mismo. No es un suceso concreto exactamente.  Es darle vueltas a lo mismo. Quiero que lo entiendas. Otra vez a cada cosa con su nombre para luego poder olvidarlo. Eso es lo que harás hasta el final de tus días. De ti quedará el olor en las cosas, para que alguien quizás llore. Luego a tomar por el culo.

502. THAT'S AN ERROR.

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              502.   T HAT'S AN ERROR.   Bad Gateway  En este instante a merced de un protocolo. Yo supuse que del 1 al 502 había 501 errores diferentes. Cómo podría solucionarlos desde mi humilde habitación con mi escasa habilidad matemática para la estadística. No podía entrar en mi mundo, por un extraño error que me decía que llamase más tarde a su puerta. Flotar entre todos aquellos errores, aún más de 502 -más de mil, incluso-. Flotar sobre un fondo azul entre miles de posibilidades con el error 502 escrito. El 502 era mi error destinado. Mi error. Fui a buscar mi palabra secreta: Qué sería del amor si no se edificara la pirámide de Micerino. Esa desesperación que me embargó fue horrible, era desazón, maniobras compulsivas, un temblor repetitivo. Muy agitado. El 502 era desesperante en su significado. En el protocolo HTTP: has llegado demasiado tarde a la puerta. Pensé en la estructura  del relato. Inimaginable escribi

LA QUINTA ESTRELLA ES LA QUE MÁS LA ODIA.

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ESTOY TENIENDO UN AÑO MUY LARGO. Parece que empezaba otra vez a escuchar las voces. Era una costumbre que estuvieses dada la vuelta mirando hacía la cómoda, y a dos puertas del armario. A mi me venían voces de Casiopea. Ya te dije como era aquello. Después de pasado el cerrojo de la puerta de entrada, si tú no hablabas, si yo no hablaba, me venían aquellas voces persuasivas, no podrían proceder de otro lugar que no fuese de Casiopea Lo digo por enumerar. Algunos gritos venían de la quinta estrella, la más brillante. Algunos susurros de la tercera estrella, la más tenue. Había una gota de la ducha cayendo sobre la bañera en morse: una raya corta y un punto, luego un silencio, otro silencio. De la cisterna manaba un chorrito indeleble y después de no sé cuántos minutos era como si un asmático desesperado abriese la boca de nuevo. He llegado a la consideración que todo se repite metódicamente. Es cuestión de observar sus cálculos cómo son repetidos los interv

SI UN DÍA LO HACES TÚ, NO LE DES TANTAS VUELTAS.

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La asesiné ayer por la tarde nada más llegar. Ya había pensado hacerlo antes pero nunca me atrevía. Nunca sabes por qué en un momento determinado haces las cosas que llevas pensando largo tiempo. Quizás fue porque al llegar ella caminaba por el pasillo hacía la cocina y yo sabía muy bien que quería ir al baño, o no lo sé. Me había encontrado al cabrón del Cubano nada más salir del ascensor, o había leído en la cafetería El Vera no, café churros y todos los partidos del campeonato a la misma hora. Esta vez no lo pensé mucho. La primera por donde me decían que andaba el corazón, las otras por donde cayeron. No sé lo que sentía. Si le decías: Laura, ya no daba la vuelta. Y si os digo su último pensamiento os contaré una mentira. Ahora estoy aquí sentado desde ayer. Para qué contarte mi vida.

LA MALDITA LÍNEA MAGINOT.

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Trabajaron duro para construir la Línea Maginot. -Kafka les dijo: vosotros trabajar más duro aún y hacer la linea Sigfrido- No se sabe muy bien cuánto tiempo. Cómo decirte cuántos árboles sobraron, cuántos ciervos estuvieron quietos y alerta para que no les sorprendiera la muerte. Es dudoso hablar de cantidades cuánta tierra removida, las toneladas tiradas de hormigón que aún no dejó de endurecerse. Cuantos muertos. Si eres curioso, aún encontrarás hoy brochas de afeitar, balas sin heridas, metralla, botas que llegaron allí una mañana. Algún reloj parado casi a esta hora, de esta pequeña parte de la historia, de hace un poco más de cien años.