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COLAS.

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Fue un acontecimiento en una fecha cualquiera. Era la cola de marzo del 2018, recuerdo la nuca de Ella, dispuesta, a unos ocho metros de la ventanilla, un martes, circunstancialmente gris. Una serpiente de cola, unos instantes de vida. Fueron muchas más colas, más de cien metros, mucho más. Otros meses. Nos fuimos enamorando perdidamente. Colas por septiembre arriba. Y en diciembre, poco antes de navidades, en otra cola nos dieron comida. Con el paso del tiempo decidimos en que cola existir por unas horas. Nuestro espacio se redujo, rozaba su culo, pasitos cortos, tan arrimado. Colas  muy largas, sin asientos, cabezas por delante cabezas por detrás. Ella. Apretaba el bolso sobre su corazón. Yo me apretaba contra su espalda.

EL ALMA DE LOS CERDOS.

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La gente del lugar aún recuerda el caso -no sé si leyenda-, del capador de Duernas. Benancio Apaiña Sueiras, natural del Fornelo, con una casa al lado de la comarcal que baja hasta Lugo, cerca de la iglesia de Xoan Alto, con cuatro pilares para el cabanon del pollo, y dos campanas medianas para tocar a muerto, al que dicen que le cayó un rayo y quedó una campana milagrosa derretida en forma de corazón de la Virgen Santísima. También decían que esta iglesia era de parada obligada para la Santa Compaña, que de la cubierta de bigas y cerchas de madera alguno se ahorcaba para demostración de que seguía vivo al aflojarse la corredera por sí mismo, bajarse, y seguir camino. -- Muchos feligreses los vieron ir avantando al camino. Por marzo casi vencido, Apaiña empezaba la ronda. Salía con el atadillo de badana de Duernas e iba de pueblo en pueblo por Chamoso, San Pedro, Quintas, Lousada, San Martin, y todos los que había entre Fornos y Cainzo, y alguno más que se me queda. De noviembre a Feb

LIMBO DE LOS JUSTOS.

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  Esta es una de esas historias que suelen suceder por la mañanas. -Una historia banal, quizás, de uno de tantos seres insignificantes, que existirán en muy pocos recuerdos hasta difuminarse. Esta mañana me levanté y todo me daba vueltas. Mover la cabeza lo más mínimo sobre la almohada era como si todo se me cayese encima. Una sensación de náusea completa, y muchas ganas de vomitar. En esos instantes no sabía, no podía determinar las causas de aquel repentino ataque unos segundos después de despertarme. Me imaginé un sin fin de enfermedades, desde las más simples hasta las más complejas e irresolubles. Creo que estuve en esa postura unas cuatro horas, desde las siete hasta las once, estático, sin moverme lo más mínimo, mirando al techo. Si me movía era todo repetido, parecía que se caía otra vez todo sobre mí, con aquellas vueltas que no parecían terminar. Cuando me levanté, a eso de las once, tuve la impresión de que todos aquellos síntomas me habían desaparecido.Aparte de un mal recu

AGUA.

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Para aquel – como decía uno que era poeta-, que al nacer se supuso lleno de calor con esa tierna elasticidad y esa blandura de lo primigenio, sobre unas manos, arropado por el calor de una cálida estancia diminuta.  Todo lo vegetal que nace también es así, blando y agitado por el viento, desde el mismo instante en que ves un mínimo punto germinado. Todo va desde la blandura a lo reseco y duro.  No sé por qué cuestión, el desintegrarse pasa por esa etapa, que si te fijas, vuelve a ser frágil porque no tenemos nada de agua dentro de nosotros mismos. El fenómeno en sí es el agua. Yo te decía. Nos acercamos el uno al otro. Tú la mitad del camino. Yo dos pasos más. Y me das la necesaria mano. O me das un beso necesario. O me acercas tu piel por la parte baja de los ojos. Y quizás, así, tan íntimamente, me venga ese olor tuyo a varias gotas de perfume, o lo característico de cada uno de nosotros, para reconocernos cerrados los ojos.  El reconocernos por el olor es un instinto casi olvidado.

AZAR

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Existe la creencia popular de que todos los hechos que nos suceden ocurren por una secuencia continuada y suave de acontecimientos temporales. Salvo los accidentes o incidentes que obedecen a la quimera del destino, y son repentinos como una losa de piedra que nos cae encima sometida a la gravedad. -Mi teoría indica que no es cierto. Por supuesto, no intentaré imponer mi nueva elucubración filosófica. Soy un simple mortal que acaba de entrar en una sidrería acompañado de unos amigos con estos pensamientos sublimes en la cabeza.  Pero como sigo pensando, mientras percibo el agradable olor del serrín de pino, y la humedad de los restos de sidra escanciada encharcada sobre el suelo. Considero que el modelo científico del Big Bang no es una casualidad. No se puso en marcha por si solo. Hubo un instante o miles de millones de instantes infinitesimales significativamente coincidentes en esa singularidad paradójica. Esto se puede extrapolar a cualquier suceso. La teoría matemática del caos ap

CÁSTULA.

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  Mi tía Cástula paso a ser hortensia, fréjol, nabo, patata temprana, tomate cherry, y demás cosas típicas de la huerta, un año después de que mi madre esparciese sus cenizas en el huerto que teníamos debajo de la carretera, donde también había tres mimosas que por febrero te dejaban un dulzor extraño, muy intenso. Sabes, entonces yo pensé para mí que la tía Cástula también debería ser un poco mimosa, aquel año de primeros de este siglo en el que nunca se acabó el mundo, que las mimosas dejaron aquel olor tan profundo que olían desde el río que iba por allí abajo, tan hermoso, como cubierto por una capa de plata. Yo estuve en Penairada ayer por la tarde, me dio por ir en la línea que después de tantos años, sigue parando delante del Parroquiano, tapado por la yedra que parece devorarlo. El parroquiano aún tiene aquella chapona redonda que pone teléfono, y un letrero azul oscuro desencalado que ponía guano y enseres. De allí a la casa de los Carteros sigue habiendo unos doscientos metro

MAR.

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De algún lugar una radio suena muy alta. También siento las palomas que vienen a la ventana con su zureo dando vueltas sobre  sí  mismas. Algunas veces los sonidos te atan a los lugares, te hacen familiar la sucesión de las horas como si propusieran que no olvidaras aún que la vida está ahí. Ayer por la tarde nos leyeron aquello. Tocaban poemas. Hubo una poetisa que empezó a caminar hacia el mar y se ahogó. Jesús caminó como levitando sobre las aguas, y dicen que sigue vivo. Son cosas que pasan. La vida es así. Me dicen, si no te vas a levantar déjanos sacarte la sábana de abajo. Me da que les huele. Y me empujan media vuelta hacía un lado, media vuelta hacía al otro, y por un instante de costado. Vienen dos que pasan todas las mañanas con su uniforme azul claro. Me han empujado algo hacia la ventana y por un instante he visto cuatro cristales con ese vaho de humedad, casi difuminado en su contorno. He adivinado un día claro. Ayer me leyeron un poema y me dijeron que se había muerto as

HUESOS.

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  Con Teo que estaba allí a pedradas a un bote de callos de aquellos de Louro de Porriño, que aventaba si acertaba, y como mi padre estaba ocupado con una escalera de gabito,  poniendo el póster del gordo desnudo dentro de una barrica de cervezas el Aguila Negra, la cerveza con poca espuma, como puxarra, en el Bar La General. Yo oteaba de mi padre un cinturón amplio con una evilla de la legión que le había regalado a la licencia Porfirio el Atrevido, cabo de la legión en Mehala, Marruecos, con aquel aguilucho rectangular espatarrado en cruceta a lo X, que si te pillaba a la primera te dejaba marcado el culo, o donde fuese, las alas de bronce por dos semanas o más. -Yo le decía al Teo que huyéramos. Con ocho años o así, si nos poníamos a correr ya no nos veías al momento, porque parecía imposible como podíamos dar aquellos brincos por un carrero llenos de raíces de higuera que tenían miedo a meterse en la tierra. Huir era como una evasión llena de vida y de aventura. Aquel día cerca del