PASTELES.

Nunca podré saber, cuánto tiempo llevaba allí aquella mariposa gris sobre los azulejos de la pared. Aquel domingo amaneció denso, tras un sueño pesado y ligeramente sudoroso. Al abrir la ventana, la calima baja velaba los edificios cercanos, una cortina opaca que confundía la polución siderúrgica con la niebla arrastrada desde el mar. Ella se había desprendido de la cama por su lado, yo por el mío, dejando tras de sí dos oquedades casi perfectas en la sábana. La fina colcha permanecía intacta en el centro, un testimonio mudo de la distancia infranqueable que nos había separado durante la noche, sin roces, sin alientos compartidos. Aún terminaba de refrescarme el rostro cuando ella irrumpió silenciosa en el baño, depositando aquella lista sobre la repisa de cristal donde reposaban las toallas. La hojeé de soslayo, y mientras enjuagaba mi boca, las palabras intentaban grabarse en mi mente con la misma nitidez inquietante de siempre: cuatro tazas de cupcakes , dos porciones de tarta...