CRISTAL


Soy W. A. Morrison. Llevo muchos años acudiendo a todas las citas propuestas, con cierta lentitud en el tiempo, y muy desfasado en la exactitud que debe presidir cualquier encuentro que se precie. En las citas de amor, soy tremendamente exacto. No exculpo si ella llega tarde, aunque sus razonamientos premeditados traten de inventar disculpas.
Siempre me gustó lo exacto. Lo armónico. Todo esto me obsesiona. Muchas noches siento vibraciones globales sobre mi cuerpo, que aunque puedan deberse al síndrome del Túnel Carpiano, me invitan a razonar sobre su oscilación, elongación, amplitud, y sobre todo, lo que más me interesa, su frecuencia. Totalmente perceptible cuando bebo agua, y veo como en la superficie del vaso se forman unas pequeñas ondas milimétricas, de exactitud infinitesimal.
Creo que debo razonar y meditar.
Se me vienen infinitas ideas a la cabeza, de cómo recoger este mensaje de la naturaleza, y poder transformarlo en algo que sea mensurable. Lo que está claro, es que no soportaré más citas de amor, a destiempo.
El Domingo pasado estuve tomando un café con mi amigo Horton, en una cafetería del centro de Trenton. Me habló de Pierre Curie, un antepasado lejano de su abuelo, y muy aficionado al esoterismo. Me dijo que Pierre creía que el cuarzo estaba vivo, y que tenía la capacidad de absorber energías negativas. Después de aquel Domingo, le estuve dando vueltas al asunto, y llegué a la conclusión de que el cuarzo vibra.
Trabajé dos largos meses en este invento. Apenas he comido. Apenas he salido a la calle. Apenas he visto el día. Incluso he descuidado mi higiene personal.
Pero por fin voy a ver a mi amada, totalmente acicalado, a la hora justa.
Estoy subiendo por la Avenida Abraham Lincoln, y la gente se para extrañada. Aparte de mi ramo de camelias, llevo sobre la espalda un cristal de cuarzo transparente de 560x380 mm. Del que salen dos diminutos cables que entran en mi pecho, donde están la batería y un circuito integrado. Ahora mismo me faltan 234 diezmillonésimas de segundo, para llegar a la cita, y mi corazón palpita apresurado, a 32.768 oscilaciones por segundo.
El amor puede llegar a ser insoportable.

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