INEN


…estar en la cola del paro no es circunstancial, ni nada poético, es un anatema, en el sentido etimológico de maldición, nada que decir al respecto, ni nada que argumentar, ni nada que oponer, ni nada que objetar, por eso, ni nada de nada, simplemente estoy aquí, en la calle Camino de los Ganapanes, Barrio del Pilar y , son las seis de la mañana, la cola es muy larga, dijérase que todos nos hemos puesto de acuerdo para venir a esta hora, pensando que aún nos quedan dos horas de cola, y esta es la cola identificada como la cola del martes día uno de diciembre, porque hay otras colas, cada día tiene sus colas, y esta es la hora que he dicho, y somos una buena colección de razas: negros, moros, blancos, amarillos, algún cobrizo, mongólicos, caucásicos, malayos, puede que allí haya hasta un bosquimano, pero nos llevamos bien, dentro de lo que cabe, la mañana está fría, y si miras al cielo tiene un color de añil tirando a blanco, como si se reflejara que el día está próximo, yo intento hablarme a mi mismo, a mis cincuenta y seis años he aprendido a conversar con el inútil que llevo dentro, por no haber cotizado a las arcas del estado más tiempo, para tener una paguita decente, para no angustiarme con ser un mendigo, por ser honesto, ni ser un puto chatarrero, para no tener que ver las aberturas del infierno, y recordar con arrepentimiento cuando salía a la ventana para aullar como un lobo por cada hijo que Marisa traía al mundo, para avisar que salía a buscar comida, mientras ella quedaba encamada lamiendo al niño, como ahora, como hace media hora, quedaban cuatro en casa, durmiendo, grandes y anchos como armarios, con la boca abierta, como pico de pelícano, en casa quedaba Marisa, echando dos aguas seguidas al café, en las postrimerías de la noche, buscando tras la ventana una pota de cachelos cocidos con sardinas de Cedeira, sintiendo el frío del día en sus amplias y gordas manos, que llevan el daño de la vida, y que me hacen daño si me acarician, y es que hoy es el día uno, y ficho, fichamos casi todos, esperando que se abra la pulcra sala y podamos calentarnos cuando esto fluya a paso de costalero, y aquí estoy, y miro al cielo, encogido hacia mi como la media luna , protegido por los cuerpos de jóvenes que no son de aquí, y que no entiendo, un grupo largo de mozos de otras tierras, que hablan de sus cosas, y ríen, sentados en el borde de la acera, sintiendo el aire que mueven los coches, mientra yo aprieto mi abrigo contra mi corazón, sin saber por que hostias vine tan temprano, si me queda todo el día por delante para pensar qué hacer con mi puta vida.

Comentarios

Noe Dominguez ha dicho que…
Es muy muy agobiante por lo que tiene de realidad. Vaya, Kenit, no hemos tenido un buen día, parece...
Un besazo.

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