ASENTAMIENTOS


Me llamo Agapito Contreras Muñoz. Tengo cincuenta y cuatro años. Jubilado de la minería desde hace diez. Vivo en Soto Llano. Y esto está lleno de verdor. La primavera este año es amplia en colores. Huele a humedad. Creo que habrá buenas cosechas.
Desde hace seis años labro una pequeña huertita alquilada al ayuntamiento, para el entretenimiento mío, y el de mi mujer. No es que lo necesitemos para vivir. Con la paga tenemos de sobra. Pero nos ayuda a llevar mejor el tiempo libre, y a observar la sucesión de las estaciones. Mi parcela inicial era de sesenta y cuatro metros cuadrados, separada de las otras parcelas por un simple surco. Allí tengo mis cositas: Tomates, fréjoles, pimientos, patatas, dos cerezos que planté el año pasado e injerté a picotas, unas flores de geranio de mi mujer, coles, berzas desparramadas, y una camelia preciosa, ya florecida. Cada poco lo voy rotando en la cosecha, es bueno para la tierra. Empecé con esta parcelita, y ahora tengo tres más; estas tres no son alquiladas, las han ido abandonando, y yo me fui haciendo con ellas. Hasta el momento ningún problema he tenido con lo que he labrado. La cosa empezó con la que tengo a mi derecha. Llevaba abandonada unos cuatro meses, y me dije, pues si no plantan, planto yo. Y la hice curiosita, toda de lechugas; daba gusto verlas, rectas y simétricas, habían aprendido todas.
Pues hace dos días vino mi mujer toda corrida, y me lo dijo, arrancadas de cuajo, arrasadas. Y ayer, fue el acabose, en mi parcela, en la de siempre, los dos cerezos cortados con serrucho. Así están las cosas. No lo voy a denunciar. Para qué. Solo era mío lo que he había labrado. Pero a mi no me jode nadie. Llevo aquí sentado desde las diez de la noche, y ya son las tres de la mañana.
Tengo la escopeta cargada con postas de jabalí. Y hace un frío que pela.

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