NIKOLA TESLA


Mientras estaba mirando por la ventana sentado en mi sillón, se que ha entrado otra vez a tocarme la cabeza. He sentido su mano huesuda, sus uñas largas, su olor nauseabundo. Y cuando la mano se ha retirado he tenido esa percepción extraña de poder oír los colores, poder ver los sonidos y poder sentir el sabor por la textura de las cosas que toco. De nuevo la obsesiva croquización en mi cerebro, el planteamiento esquemático, de los bocetos sobre la Electrogravitación, los cálculos resueltos sobre un encerado imaginario lleno de símbolos hechos con tiza blanca. Ayer han estado los otros aquí, revolviendo mis baúles, los sentía detrás, agitados, llevando papelazos de mi armario. Pero lo que verdaderamente me asusta es la figura extraña que retorna en la noche, cuando los ruidos de la gran avenida se hacen leves y, el trasiego por el pasillo del hotel apenas se escucha. Llevo durmiendo en este sillón varios días. Quizás he de morirme aquí, sin nada. Sólo. En esta habitación cuyo número no es múltiplo de tres. Nada razonado por un tres, multiplicado por un tres, o dividido por un tres. El diablo ha vuelto y quiere llevarme consigo. Hoy es seis de Enero. Hace mucho frío y, mañana creo que ya no estaré aquí.

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