NIDOS


Para ser tan avanzada la primavera, no se me había dado del todo mal. Ya tenía tres nidos encontrados. Había salido de la escuela antes y procuré que nadie me siguiese.Hacía dos días había encontrado en el Cabano de Monxa, al lado del molino, uno de golondrina, grande, hecho de barro con forma de corazón y con dos agujeritos. También tenía el de zorzal trenzado entre las ramas de un cerezo de Eulogio el de Cernías, y ayer había encontrado aquel tan grande que debía de ser de carricero o petirrojo, con cuatro huevos llenos de pintas, y otros tres huevos blancos que eran los primeros de cuco. Este último estaba en el peral de Antonio el Guarda, al lado del pajar que tenía en el soto. Pasé haciendo el recorrido, mirándolos todos, comprobando que nadie los tenía localizados. El que más pena me daba era el del carricero. Mala suerte había tenido la madre. Sabía que cuando saliesen las tres crías del cuco se harían con el nido, las matarían de hambre o les picarían la cabeza. Era la ley de la vida. Pero estaba contento. Para ser tan avanzada la primavera no se me estaba dando nada mal aquel año. Tres nidos a finales de mayo, no eran poca cosa.

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