ÁLAMO


El fugitivo fue capturado en el despoblado. No había nada en el paisaje que fuera digno de mención; era una llanura labrada con un horizonte perfecto en todas las partes que permitían el giro de su cabeza; sólo algunos álamos desperdigados señalaban en la lejanía el camino empedrado, por donde se desplazaba el carro de bueyes donde iba el fugitivo, atadas las manos a la espalda, y estas al palo del cabezal. El fugitivo había sido declarado contrabandista y traidor
Cuando ya casi atardecía escogieron un álamo de rama baja, que estaba sobre una suave colina. Bajaron al reo y le pusieron la soga al cuello, la cuerda de cáñamo la pasaron sobre aquella rama extendida hacía el poniente, y luego tiraron los tres soldados con fuerza, el reo pataleo durante unos instantes, cayéndosele sus pantalones de franela; luego ataron la cuerda anudada al tallo; y dejaron un candil alumbrando en el suelo, debajo de sus pies; para anunciar a todos los depravados que pasasen por el lugar. El carro se alejó de nuevo, vacío, por donde había venido. Ya era de noche, y sobre la colina se dibujaba, fantasmagórico, el álamo solitario y aquella luz que alumbraba los pies descalzos del reo.

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