EL DÍA MÁS LARGO

Adivino que estás ahí porque hay una sombra que se le ha escapado al sol, y percibo tú silueta colgada de la campana aspiradora de la cocina; y veo tus manos manoseando no se que, pudiera ser una patata, o una manzana, porque cuelga un rizo de piel que baja balanceándose hasta el fregadero. No creo que sea otra cosa. Por encima de los muebles hay dos jarrones de Talavera, y desparramado sobre la alacena presiento que has tirado hojas de eucaliptos de nuestras “selvas”: flotamos sobre ese olor a vahos de viejo como si expectorásemos debajo de una sábana. Esto es todo lo que adivino. Te estoy observando por la rendija que deja la puerta entre las bisagras y no quiero entrar a tu mundo, porque el mundo es tan pequeño como tú quieras, y está quieto y plano si tú lo deseas, ya que el cosmos no existe para ti , tú estás en el; si acaso la señal inequívoca de la sombra que se desplaza por donde el sol va a escondidas, deformando la perspectiva de forma diferente, invadiéndolo todo, sin dejar esquinas, ni recovecos, ni nada; sólo tú silueta (que el mundo es así, ya sabes que es un secreto a voces). Sé que nunca te has ido a otro lado, somos compañeros en el estricto sentido animal de la palabra; podemos olernos: tú abres la boca y te veo dentro, y tú a su vez cuentas mis cortos pasos, mientras hago eternos viajes sin equipaje a otros lados de la casa; siendo necesario descansar a la entrada de la puerta: quizás se abra, y aparezca alguien que suelte monosílabos ilegibles, y me repase cómo suenan las palabras. Casi puedo certificar que estás ahí, mágicamente se ha caído una voluta al suelo y lo que envuelve ahora está lleno de vacío. Casi puedo decir que eres tú porque mueves la boca alimentándote con dificultad; y puede que, mientras lo haces, pienses en este nuevo día, (el más largo), tan calcado al de ayer, en que también estabas sola con todo el sol en la espalda, y tú figura marcada en los azulejos jugaba con los rastros de flores aplastadas, gravadas e irreconocibles. Mi amor, (o eso), adivino que estás ahí, pero no quiero hablarte, sólo deseo verte por la rendija que deja la puerta y la marcación cuando está entreabierta; no quiero que me veas viéndote, porque todo perdería su encanto. Yo viajaré por el pasillo a lugares insólitos donde las nubes gigantescas parece que nunca se acaban sobre el cielo; donde las estrellas por la noche son tan grandes como en los veranos lo es Venus hacía el oeste. Viajaré a playas solitarias de arena blanca y solo tres palmeras entre el mar azul y la tierra, como ponen las estampas de turistas. Mi amor, si estás ahí, si eres tú en realidad, agita tú brazo para saber que la sombra aún permanece viva; y dame tú mano, y viaja conmigo al fondo del pasillo, aquí también hace sol y existe algo que se llama azul pintado supuestamente sobre el cielo.
Si vienes a esta casa no encontrarás a nadie, el silencio usual de la calle que entra por una ventana entreabierta, te lo digo porque aquí sólo seguimos nosotros.

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