"TURKO"



He dicho más de una vez que no es recomendable ojear fotos antiguas, por si los recuerdos no son recomendables, y remueven viejas situaciones de conciencia un tanto desagradables.
Ayer, asumiendo riesgos, encontré la foto del Turko, y me quedé largo rato recordando su pequeña historia:
Habíamos salido sobre las doce de la mañana de Melilla hacía Málaga con buena mar, pero a unas treinta millas se pusieron aquellos nubarrones hacia el noroeste, negros, como si dentro fuese el mismo demonio. El temporal empezó de repente, y lo que parecía en un principio un oleaje llevadero de mar de fondo se convirtió en mar arbolada. El barco de tan sólo quince metros de eslora lo llevaba mal, mantener la proa hacia aquellas inmensas olas era dificultoso, hubo que poner todas las bombas a achicar; viendo como las máquinas no podrían aguantar mucho tiempo aquellas exigencias de esfuerzo. El patrón decidió entrar en el pequeño muelle de Alborán. Era bien entrada la tarde cuando pudimos enfilar el pequeño y angosto entrante de la isla. La guarnición de Infantería de Marina nos ayudó a atar el barco, y todos nos creímos salvados de una buena. Estuvimos allí esperando a que la mar se hubiese calmado. Yo trabajé en la sala de máquinas arreglando una avería hasta las diez de la noche en la que decidimos salir de nuevo.Necesitado de tomar aire fresco, salí a la cubierta. Había una luna inmensa y el mar estaba como un plato; se veía un reflejo en forma de camino blanco hacia Málaga.
Cuando estaba arrimado a la baranda mirando el pequeño muelle, y a mis compañeros soltando las estachas, vi aquellos ojillos relucientes, sentí su aullar lastimero que hizo que me fijase detrás de un bulto de trasmallos apilados. Era un pequeño cachorro. No lo pensé dos veces; salté al espigón y lo recogí, metiéndolo en el barco.
En la foto que ahora observo lo veo a mi lado, ya crecido, con aquellos ojos pendientes de algo que le iba a arrojar. Esto debió de ser poco antes de que lo tuviésemos que desembarcar por una enfermedad que le había entrado en las patas; y que el veterinario nos dijo que era por culpa de los restos de gasoil y salitre de la cubierta. Recuerdo que lo dejamos casi dos años después en Almería, en una protectora de animales. No podéis imaginaros mi tristeza cuando lo dejamos allí, dentro de aquellas jaulas.
Ya no podría correr más detrás de las gaviotas.
Hay algunas veces, que las fotos antiguas nos remueven recuerdos llenos de una extraña y afectiva tristeza.
Recordar ahora al Turko, creo que fue una buena idea.

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