FIESTAS.


Soltaron a los solteros y a los casados bajo un sol de justicia, a eso de las seis de la tarde, en el campo de futbol de Ardura para las fiestas de Santa Verónica. Pusieron las atracciones en el campo de la iglesia, por la parte de atrás, en la explanada de los madereros, que estaba vacía. Los casados se emplearon a fondo, entre mucho polvo. A la Verónica la habían sacado por la mañana, con gran recogimiento y toque de campanas. Los voladores los iban tirando desde un carro, Prisciano, el hijo de la Justa, y Cosme el hijo de la Rabuca. Los solteros dieron muchas patadas en las espinillas. La virgen iba con manto nuevo que había bordado la viuda de Don Nazario, el de la Ferretería. En la plaza del pueblo pusieron la jaula de madera con la vaquilla. Estaba escuálida. Yo le vi los ojos al pasar y daba pena el mirarlos. A las diez de la noche la soltaron, la azuzaron, la torturaron, y a las doce la volvieron a meter en la jaula para el día siguiente. Yo no quise volver a pasar por allí, para no verle los ojos; daban mucha pena los ojos de la vaquilla.

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