LA SEÑAL DEL SACRIFICIO.


Llevo esperando la señal desde hace muchos ancestros, porque yo soy el sucesor, y en mi han puesto a la vez las mismas proporciones de amor, odio y violencia. Mirándome a mi mismo, también he encontrado varias arrobas de miseria, que me pesan y me hacen doblarme sin descaro hacia el suelo. Estoy hecho para blasfemar, me lo habían dicho: Dirás tú nombre en vano, y te abrazarás a todos los que te encaran para hacerles una cruz en la espalda, marcarás su cuello para que un día sean sacrificados si suben a la montaña en el día de su onomástica. Te estoy esperando a ti con tú piel recién mudada, tersa, llena de escamas recién nacidas, a ti que vas con branquias por la ciudad y te asomas a las ventanillas para respirar y decir adiós con los puños levantados. Tú eres el señalado y debes presentarme todos los pensamientos, los que te hacen angustioso el camino, los que te hacen imperfecto. Para ser digno, debes contarme cuantas veces has sido premeditadamente falso haciendo tus negocios, parando la hora en tu reloj de oro, para obrar con ventaja ante los mendigos. Y cuantas veces has asomado por los bares, para presentarte ante el anaquel lleno de botellas como un sabio profeta. O, cuantas veces, has hecho poemas, frases largas, y te has estremecido con tu propio picor de sarna. Cuantas veces, subido a una tarima como un murciélago, has hablado de la sangre, dirigiendo huestes de guerreros. O cuantas veces has mirado tu cuerpo, lleno de miedo, buscando colores saludables.
Cuantas veces has azuzado al diablo sobre las almas blancas. Y has llevado sobre tu pecho medallas ceremoniosas, de seres blasfemos y asesinos. Dime si tus tatuajes son caligrafías de salvaje o axiomas filosóficos. Dime si tus anillos se oxidarán en tus dedos o en tu boca cuando te llegue la muerte. Tú que, disfrazado, has engañado a los niños a propósito, con historias dibujadas que nunca se acababan, mirándoles ingenuamente dentro de los ojos.
Tú eres el señalado, llevas las marcas tatuadas, y deberás salir de excursión. Prepara viandas, un bastón y vete subiendo en calma. Escala la senda que da a un roble pintado de negro, y espera unos instantes. No habrá ceremonia, solo un salmo. Desnúdate de medio cuerpo, deja visible tú señal; y espera.

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