OÍDOS


El veinte de abril de hace dos años (lo tengo apuntado) fue cuando empecé a sentir aquella música en mis oídos. Los especialistas me decían que no era música, que era una especie de tono bajo como si alguien cortase con una sierra mecánica un trozo de madera. Así me lo querían describir. Pero no era eso. Repetidamente sonaban en mis oídos, rotándose en el tiempo de forma continuada la: sonata para piano n.º 8 en do menor, primer y segundo movimiento; sonata para piano n.º 14 en do menor, primer movimiento; sonata para piano n.º 32 en do menor, primer movimiento ( Quiero decir que todo fue inventado por Ludwig van Beethoven, por si no lo habíais cazado). También alternaron otras veces la obertura de Romeo y Julieta de Piotr Ilich Chaikovski. El caso es que ese fue el inicio de mi desventura, para los galenos eran sonidos de simples sierras mecánicas, pero yo, a cada paso que daba sólo escuchaba celestiales ensoñaciones de piano. La cosa empeoró con lo de las voces. Cuando dije que oía insistentemente el sermón de la montaña, dando pormenores y detalles exactos, la cosa, entonces, se puso seria. Todos empezaron a darme la razón. Mis oídos eran una agradable fiesta.

Comentarios

nalbaq ha dicho que…
Es lo que tiene tener unos oídos avanzados a su propio tiempo.
Buen día, querido.

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