NO HAYA OTRO MUNDO PARA VERTE.

Perduras. Y te me haces en mi boca como si fueras un caramelo de vainilla. Y te recuerdo cuando íbamos a donde el agua era como orujo, traslucido, que en cada gota iba un reflejo con nuestras caras dibujadas, tus coletas no cabían, tus ojos eran así, no sé cómo decirlo. Y olía a alcohol y a hierba buena.
Y luego las chimeneas, que en Noviembre dejaban humo muy largo encogiéndose por el viento en una carretera infinita que sobre el cielo parecía un rastro difuminado de pensamientos.
Y ya estábamos enamorados como si el mundo fuera a acabarse y en el coche de línea llegase Satanás para santificarnos por todos los segundos de los segundos, no hacía falta contar por siglos.
Y estabas allí con tus manitas en forma de corazón que me apretaban despacio para transmitirme latidos y latidos.
Y éramos niños de hace tantos años que apenas si existimos.
Y no sé nada de ti.
Y te recuerdo, por si acaso tengo que morirme, y no haya otro mundo para verte.
Comentarios