ME HABÍA DADO TIEMPO A CORRER.
...de aquel modo en que me había sentado sobre una piedra sobrenatural tallada por Dios de esa forma para que se sentasen los niños que no querían ir a la escuela mis botas que ya llegaban hasta el suelo la maletita de madera con una flor blanca dibujada en la tapa mis codos sobre mis rodillas mi cara sobre mis manos que estaban sobre mis codos observando ensimismado el suelo escondido detrás de las mimosas dulzonas una hormiga que venía de no sé donde haciendo curvas sobre la rugosa lastra del suelo con una carga en la boca parte de una pata de cigarra quizás o un moscón o un saltamontes y que llegó al borde de mi bota como a un abismo yo mientras tanto dudando levantando mi pie y poniéndoselo encima de aquella forma en que me imaginaba su muerte luego de un instante no sé cuántos segundos la hormiguita que mágicamente asomaba debajo del talón de mi bota con su carga quizás un trozo de ala de libélula apresada sobre su boca...
...y seguía viva, era un juego...
...todo un pensamiento muy largo, sentía moverse como si fuera un jabalí, quiero decir una bestia bufando, se movían los zarzales y el brezo lleno de rocío. Cuando volvía el cuello lo veía allí a unos veinte metros saliendo de la espesura donde se iniciaba el mimosal, mi padre empezando a sacarse el cinto, mi padre dándole dos vueltas en el puño, blandiendo la hebilla en círculos, los pantalones a la altura del culo, los calzoncillos al aire, desequilibrado, zancadilleado por las perneras, dando vueltas como un bulto ingrávido por el sendero y echando cagamentos.
A mi me había dado tiempo a correr
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