EN UN SANTIAMÉN.
A veces en la escuela
allá por noviembre encendían una estufa en forma de tubo, y de la
estufa también salía un tubo en forma de tubo mas estrecho, y el
tubo subía recto, luego se curvaba e iba recto otras vez a través de un cristal. A
veces quemábamos leña de roble y olía a árbol duro, a árbol que
tuvo miedo.
El maestro olía a
antibiótico y a cuarterón. Cuando me daba una hostia en la cara no
recuerdo a qué le olía su mano, veía las estrellas.
Dictaba el maestro
trabalenguas, de esos que la lengua no sabe a qué atenerse y hay que
aguzar mucho el sentido del oído. A veces yo tenía dos gomas, una
blanca y otra azul que ponían Milán, y colocaba una goma encima de
la otra, y como en el borde de la mesa había una curva me ponía a
jugar como a camiones cargados de fruta, y arrumbaba, mientras el
humo, ahora, casi trasparente se iba para el cielo llevando todos mis
pensamientos.
Yo me veo así, flotando,
desde un lugar que me huele a pulpa machacada, y este recuerdo
diminuto, casi infinitesimal, es parte de mi vida.
Lalo llevaba la lona
suelta. La lona de Lalo iba sobada por el viento y a ramalazos de un
lado a otro, seis cuerdas sin amarrar, dos arquillos inclinados hacía
atrás, ramaleaba como una banderola, allí donde ponía por el lado
derecho: Transportes Lalo, que me cago en su puta madre, ya
estaba harto de tanto Lalo la lona, que me llamaba Argimiro
Puértolas Vascarán, incluso de los Vascaranes si te pones en los
tatarabuelos, incluso en la casa de de los tatararaabuelos de
Castiello Bernueces había un piedrolo en la entrada que ponía un
león con la lengua fuera y un Vascarán escrito como en latín
haciéndole coronilla a la fiera.
Las manzana de Bucovina
son rojas y no saben a nada, se lo había pensado tres veces mientras
las cargaban, y le dio por morder a tres manzanas rojas que parecían
las del maleficio de las Caperucitas, folladas y apaleadas en el
monasterio de Putna por frailes que tenían un gran polludo. La pala
iba y venía dominada por un barbudo con dos dientes de oro, mal
lavado el tío, con los pechos sueltos y una cadena dorada como de
vaca. Olía ligeramente a jugo dulce de manzana podre. Estuvieron
rayando los laterales del camión a la mediada, casi a la media hora,
a las doce de la mañana, daba gusto verlo todo rojillo y un poco de
tono verde, antes de poner la lona de Lalo, todo rojo de frutos ya
empezando a fermentarse, casi olía a sidrería del Coto y a sobaco
de Fomento.
A mi el Muelle de Gijón,
cuando está la marea baja me huele a mierda. Y si tienes buen olfato
aún te viene un tufo de vientre de ballena. Punta Lequerique huele a
meada y el sol se ve doble cuando atardece.
Si sales con un trailer
de Bucovina hacia Quintes en Gijón con veintitrés toneladas
de manzanas tienes que tener los cojones bien puestos y orientarte
bien por una comarcal que le llaman la Jedovnicka. No se te
ocurra preguntar por dónde te diga un Rumano, tú siempre vete para
el otro lado, tú recto, ni gepese ni hostias, tú hasta la D
uno, y que ponga Alemania, o que ponga la Baviera, o que ponga
Núremberg. Pero si vas a buscar manzanas rojas a Rumanía y a la
vuelta no vas de putas es que eres un punto afeminado.
A mi si no me soban algo
la polla no conduzco bien, me gusta llevarla recocida, y que cuando
separe el glande del pellejo para mear me huela entre xardo y fañeca.
A la una ya estaba
bajando, que a lo mejor era subiendo, pero yo desde Rumanía siempre
bajaba, era todo para abajo, aunque subiese. Y como iba bien de
tiempo me paré a las afueras de Brecina, que tiene muchas
casas de color verde y de cada una sale una chimenea redonda por
donde borbota humo negro que huele a carbón vegetal de raíz de
brezo. El putiferio se llamaba Ionela, y me lo indicó un
Rumano que iba con una carretilla sin neumático cargado de hierba
para los conejos y una guadaña clavada encima, como los de Lugo.
Para preguntar a un Rumano por un putiferio no le hagas nunca la
señal de la cruz, eso es por Drácula, para preguntar por un
putiferio pliegas ligeramente los dedos de la mano derecha y con el
indice de la izquierda le haces el mete y saca (eso es en esperanto,
y los rumanos lo entienden).
El Ionela está el final
de una gran explanada llena de baches y en realidad es un barracón
muy alargado con sólo un letrero azul que pone Ionela Club. Para
aparcar un cuatro ejes está muy bien, vas todo recto y paras donde
te salga de los cojones.
Y entrabas allí entre un
mortecino arcoiris y algo que parecía elevarte desde una entrada
angosta y un largo trecho hasta una barra en forma de semicírculo.
Allí apoyadas casi ocho mujeres abiertas del todo, todo abierto,
las piernas, las tetas, las caderas y unos grandes ojos abiertos. Al
sentarme sobre un taburete anclado al suelo giré y sin quererlo me
di una vuelta y media hasta quedar parado detrás de unas espaldas
también abiertas, ligeramente escuálidas, con un collar lleno de
corazones de colores hechos de baquelita que le colgaban casi hasta
el culo.
No dices nada y a Lalo lo
llevan, aún con un rastro de dulzor amargo de vodka con naranja, lo
llevan con una mano larga hacía una trastienda llena de
habitaciones que en otros tiempos tuvo a obreros del cabronazo de
Nicolae Ceaușescu. Estuve en un lugar sin ventanas y un ruido
infernal de un grupo electrógeno, ni como te llamas que es lo
usual..., a mi siempre que me la chupen, ni besos ni nada,
dóblate, ábreme, (todo por señas), y esa emoción del cinto
abriéndose, la evilla suelta, y la mano rebuscando. Con putas
siempre se me pone tiesa, con la Santa nunca, anda baja de flujo.
Tuve tiempo a cogerle la
cara y aumentarle el ritmo. Dale hasta abajo, soputa (pensé),
ya sabes hasta la campanilla, me vi delirando, deliro cuando me voy
a correr y hace frio como si el alma lo tuviera y el cuerpo quisiera
tirarse un pedo al mismo tiempo, se quiso salir y no le dejé,
chúpamela bien (pensé),y le quedó en la boca media ración de poso
de rodaballo, y le vi bajar la cabeza y aquel gesto de asco, y le vi
escupir a la Rumana con una raya en medio de la cabeza, medio pelo
moreno a un lado, medio pelo rubio al otro.
Para cobrar debes
entender, restriegan levemente el indice y el pulgar. Me tiró lo de
la boca sobre el zapato derecho y el pantalón, y se lo dije, tu a
cobrar en la barra, y ella que no, y yo que si, y ella que no, y yo
que si,sisisi
Salí corriendo y la
puerta no era moderna, no abría para afuera, me di una hostia de
campanario. Las putas quedaron dando voces, tres al menos me
persiguieron. Entré a la cabina del camión como un poseso, encendí
y le di a la primera, fue de cero a cien en veinte segundos que para
un trailer cargado de manzana roja está de puta madre, y luego
Brecina abajo acelerando, a toda pastilla. Por los retrovisores casi
ni un alma, el humo negro haciendo aquellas volutas tan espesas, las
casas verdes muy lejanas, hasta que no pasaría ni un minuto y vi
aquellos dos mercedes de la época de la guerra fría dándome las
luces, y no sé cómo fue, me desmadré de las ruedas de adelante, la
cabina para un lado, la caja para el otro, y miles de manzanas rojas
hasta donde alcanzaba la vista.
Yo ya no estoy aquí. Te
pasa todo como en una película a miles de kilómetros de memoria, y
el maestro dictándome: Lalin, copia tú sólo, Lalín:
...Lalo llevaba una
lona sobre las banderolas ...Y la la lona de Lalo, ponía...
Aún no sé, por qué un
cuatro ejes cuando hace la tijera y acaba volcando, le quedan las
ruedas de atrás dando vueltas como a una ruleta. Tuve esperando allí
hasta que se quedaron quietas. Luego fue eso del telefilme,
que toda la vida te pasa por delante de los ojos en un santiamén.
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