VUELTAS.



Esta historia empezaba así, pero no sé si acabará nunca.

El día que se marchó me dejó la cocina recogida. Para mi era muy hermosa. Varias veces le dije, y cómo iba a ganarse la vida, se lo dije así para darle miedo, se lo dije sin más. Yo por aquella ya andaba medio zombi, con las espaldas tiesas, las manos estiradas, y me daba miedo todo. El sonido de los ventiladores del patio de luces me ponía frenético cuando los dejaban por la noche. Le dije, ya me dirás cómo te vas a ganar la vida. Y se fue sin muchas cosas. Apenas tenía nada que llevarse.

Lo que habían pasado eran, posiblemente dos días, no mucho más.
La vi en la acera de enfrente el martes. Fue la segunda pasada de por la mañana. Yo estaba detrás de las cortinas, la podía ver con aquellos andares lentos decidiendo siempre la dirección que tomar, no sé si ella apreciaba que las cortinas se movían. A mi me vino mucho frío por las piernas. En la espalda se me puso un dolor extraño y una sensación a entumecido.

Mi mano ha cogido por fin mi sobra indeseable. Tenía que acabar de una vez.

A ella no la volví a ver más, quizás se había cansado de dar vueltas.

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