LAS PALABRAS.




Yo sé que nunca vas a escribir bien, no tienes eso que cuando alguien te lea le apetezca coger un folio y emborronar el folio porque le has trasmitido materia oscura que le remueve algo dentro de donde se piensa allí en el estómago o en otro lugar de su cuerpo.


No sabías como empezar me dijiste, y te dije por algo así como que lejos estaba el mar y que bello era agitándose y agitándose incansable desgastando piedras y piedras desde tanto tiempo como que ha llovido millones de toneladas de agua desde entonces.


Sé que te aplasta el infinito cuando miras por la ventana y cierras los ojos. Olía a café pero era igual, tu tenías aquel miedo con tus manos tan vacías sin otra mano por allí que les pasase un dedo de arriba abajo.

Le dije a Gloria que baje a buscarme porque no sé subir por donde bajé.
Es muy largo y serpentea el carrerillo que baja al acantilado. Yo sé que un día no bajarás a buscarme y me quedaré aquí para siempre intentando imaginar una historia que no esté inventada. Contar tantas cosas sublimes de alguna forma diferente que te apetezca leerlo casi por el olor, que a los setenta y dos segundos de abrir el libro no le des la vuelta y lo dejes hasta que le quede una marca de polvo cuando lo vayas a tirar a la basura.
Lo sé muy bien , Gloria. No sé que haré si un día me faltas tú.
Por ejemplo. Como cuando nos decía la maestra, copiar, y casi no había luz.
Yo lo empezaría diciendo cómo puede ser tan inmenso lo que veo y yo tan ridículamente inútil que tengo que rebuscar y rebuscar las palabras que poner aquí y que a mi mismo me asquean cuando lo releo.

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